En disidencia

>> 30 nov 2010

Viví en esa casa durante cinco años. Cinco años casi todos felices.
En ese tiempo si alguna vez dormía sola lo hacía firmando en disidencia, pero nada pasaba además de un ocupar la cama en diagonal y dormir despatarrada en el espacio que me dejaba ocupar el perro.
Circunstancialmente estoy por los próximos quince días otra vez en esa misma casa, durmiendo en la misma cama, sola y también firmando en disidencia. Y no sé por qué razón la noche se me llena de miedos, de ruidos, de ganas de no dormir con la luz apagada. Me quedo en el living hasta tarde mirando la tele y hablando con el perro que me mira con la cabeza ladeada y que, supongo, piensa "esta loca de verdad cree que le voy a contestar?" y cuando no doy más del sueño me arrastro hacia la cama asegurándome de que haya una luz prendida siempre adelante de la que apago, cierro la puerta y las ventanas, me tapo la cabeza con la almohada y así me duermo finalmente con un sueño plagado de pesadillas, de gente muerta -muerta en serio o muerta para mi, que es más o menos lo mismo-, de lugares oscuros y fríos.
Pasó mucha agua bajo el puente, pero algunas cosas nunca cambian. 
Los miedos siguen siendo los mismos.

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