Anatomía

>> 8 sept 2010

No sé por qué razón tengo la necesidad de describirme. Por ahí porque, a veces, no sé bien quién soy, o qué pienso de algunas cosas, o cómo actuar ante ciertas circunstancias. Quizás sea porque soy una egocéntrica del orto y no encuentro mejor tema (jeje), o, por ahí, porque me siento tan insegura que necesito una especie de back up de mí misma. No lo sé.
Sé que, en el fondo, soy buena mina ¿ven? de eso no tengo dudas. Lo que pasa es que es "en el fondo" justamente, en la superficie no queda tan claro, y eso se nota cuando actúo sin pensar en las consecuencias y mantengo mi posición incluso a sabiendas del error o del dolor. Ajeno o propio.
Me sé capaz de hacer daño y mucho, sobre todo si tengo miedo o estoy enojada o un compendio de las dos. Y como no me gusta nada esta parte de mí, y como tengo toda la cultura judeo-cristiana encima, luego no puedo con la culpa. Me carcome, me angustia y siento que no hay lugar para retroceder porque el daño está hecho y no hay perdón que valga.
Tengo mis traumas, como todos. Un miedo atroz al abandono, y entonces suelo ser yo misma quien sale huyendo, quien abandona, por las dudas, viste?, por esta manía del control, de controlar el futuro como si fuera posible hacerlo, como si los dados estuvieran lanzados y yo pudiera adivinar el resultado.
Tengo un pasado que me persigue a donde vaya y con el que, en mayor o menor medida, hice las paces diez años de terapia después, una madre que eligió estar ausente y un padre que hizo lo que pudo, pudo mucho y hace poco más de un año que no está.
Tengo un hijo muerto hace doce años del que no hablo demasiado, del que me olvido casi siempre, pero nunca del todo.
Mis afectos los cuentos con los dedos de las manos.
No tuve contacto con mi familia paterna luego de la muerte de mi padre, excepto con un primo-hermano, y así está bien. Esto de ser la oveja negra tiene sus ventajas.
No soy tan culta ni tan inteligente como me gustaría.
En mi mundo pocas cosas merecen llamarse 'problemas', pero las situaciones que llevan ese nombre logran paralizarme por un tiempo. Después me levanto y sigo. Eso, justamente, es una característica inherente: me levanto y sigo. Aunque no quiera, aunque sienta que no pueda, aunque crea que lo que dejo atrás es lo más importante del mundo. No lo razono, sigo.
Soy inconstante. Con todo. Tan rápidamente como descubro algo que me gusta, descubro otra cosa, distinta, casi contraria a la primera, que también me gusta, de esta manera hice cursos de casi todo lo que existe, desde acuarismo hasta serigrafía. Le tengo una profunda envidia a quienes encontraron su vocación, yo no lo he podido hacer nunca. Ni siquiera ahora.
Soy implacable con los errores ajenos y poco crítica con los propios.
Tengo miedos que no tienen nombre o forma y que me marcan las noches y los días, pero no todos.
Soy tremendamente fría o, al menos, lo aparento. Pocas cosas me conmueven. A veces creo que tengo callos por todos lados. Karina dice que en el lugar en el que debería estar el corazón tengo una piedrita y le creo casi siempre.
A veces me evado, me voy de donde esté aunque mi cuerpo siga ahí. En general sucede cuando no quiero escuchar o ver, cuando lo que el otro tiene para decir es doloroso o dañino o violento o todo eso junto.
Eso significa que soy increíblemente egoísta, que prima mi dolor al dolor ajeno, que la furia o el miedo me ciegan y no pueda ponerme en el lugar del otro.
Poca gente, muy poca, las cuento con los dedos de una mano y me sobran como tres dedos, me vio desvalida o sin saber qué hacer. Y lo pagaron caro, demasiado. Para el resto tengo siempre preparado un speech, una máscara que muestra la seguridad que no poseo.
Tengo una capacidad innata para olvidarme de las cosas malas y salvar lo bueno. Me juega en contra muchas veces y a favor otras tantas.
Soy muy hábil con las manos, me gusta todo el trabajo manual y me relaja -estamos hablando en serio, che-. Puedo estar días armando un acuario o restaurando un mueble.
No sé contar chistes, tengo la gracia de un clavo oxidado. Tampoco sé bailar, soy tan flexible como pinocho en su peor momento. Ni nadar, tengo la flotabilidad de un canto rodado, hasta el fondo no paro.
Creo que todo puede aprenderse de un libro. Soy autodidacta por naturaleza.
Me gusta tanto la música clásica como valeria lynch, en la misma medida y con la misma intensidad, aunque sepa que no es lo mismo.
Leo a King y a Foucault, a Freire y a Marx, a Juarroz y a Rice, dependiendo de mi estado de ánimo y de qué busque de esa lectura. Nunca pude leer Cien Años de Soledad.
No me enamoro fácil y menos fácil todavía me desenamoro. Una vez que amo, amo para siempre, aunque el vínculo ya no exista o mute.
Armé relaciones desde la salud y desde lo más enfermo de mí. Es fácil distinguirlas porque las primeras sobreviven y dejan, mientras que la otras simplemente pasan sin dejar nada detrás.
No entiendo de moda, tengo una discapacidad en ese sentido. No me importa la combinación de colores o si está arrugado -gente, puesto se plancha- o si nada. Tiene una importancia igual a cero la cuestión estética (igual tengo que decir que unos pantalones que vi mucho el último verano son ho-rri-bles, unos cuyo tiro le llega a una hasta la rodilla, me hace acordar a un pañal sucio).

Me malhumora la estupidez, el desgano, el hacer de cuenta que las cosas están del otro lado cuando claramente están de éste. Supongo que me malhumora porque debe ser un rasgo propio.
Tengo dos perras, dos gatos y dos peces.
No mato hormigas ni murciélagos.
Tengo dos o tres objetos que son importantes para mi.
Tengo una paciencia infinita, pero se me rompió el leed que me avisa cuando va quedando poca, entonces un día voy a buscar y resulta que no hay nada, ni un poquito así quedó. Estallo.
Soy insoportablemente intolerante con las demandas hoy porque fui insoportablemente tolerante con las demandas ayer, estoy tratando de llegar a un término medio.
Hago terapia hace poco más de ocho años -y no se nota, dirán algunas- con la misma psicóloga (Mariana, sabelo, yo te banco).
Duermo tapada hasta la cabeza y boca abajo -la mors position-, pero en medio de la noche a veces giro y quedo boca arriba, entonces ronco. A mi no me consta, pero la gente que durmió conmigo me dice que si.
Tengo una obsesión por las listas.

Fumo veinte cigarrillos por día. A veces menos y casi siempre más, sobre todo los fines de semana.
Leo más de 20 diarios todos los días... bue...  menos los fines de semana, que a gatas si leo uno o dos.
Soy oficialista.
Soy de Racing.
Juego al Gran DT y al Cleopatra en el Casino.
Y dos mil cosas más que no se me ocurren ahora, pero seguro a ustedes sí.
He aquí mi back up.




Y me gusta mucho esta canción.

Read more...

El más comentado...

Vistas de página en total

  © Blogger template Simple n' Sweet by Ourblogtemplates.com 2009

Back to TOP