Rewind

>> 8 may 2011

En 35 años viví con mi madre sólo durante tres años. Uno desde los cero al uno, uno desde los veintiocho a los veintinueve y uno desde los treinta y cuatro a los treinta y cinco. Pero pasé casi todos los fines de semana con ella.
Perritos bebés
Y me acuerdo que dormía mucho. Hasta las once no abría un ojo ni en pedo. Incluso después de las once había que insistirme mucho para que tomara el valor de dejar la cama. 
La estrategia de mi madre era traerme un bebé y dejarlo debajo del acolchado al lado mío. No necesariamente un bebé humano, pero a veces también uno de esos. Traía un bebé de perro, gato, gallina, ganso, pato o loro y me lo dejaba en la cama. Sabía que yo no iba a dejar que se caiga y que en cuanto empezara a llorar me iba a levantar a llevarlo con su mamá y ahí zaz! listo, ya estaba levantada.
Los pollitos, gansitos o patitos eran los más jodidos porque ahí nomás empezaban pi pi pi y sonaste, había que levantarse. Los gatitos o perritos o loritos, como estaban calentitos, se dormían un ratito y me daban un changüí de más o menos media hora. Los más rompebolas siempre fueron los bebés humanos, que empiezan a las patadas y a los ajó y si no les das bola lloran.
No sé por qué me acordé de esto hoy cuando, a las ocho y media de la mañana, estaba remoloneando en mi cama.

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