La ventana

>> 25 abr 2011

Yo y mis pelos a los Justin Bieber en la ventana.
Finde de pascuas en Sierra de la Ventana.
Tenemos menos camping que Onassis, la verdad sea dicha. La carpa la llevamos, claro, porque tan improvisadas no somos, las bolsas de dormir también y los aislantes [Hey! Hasta ahí venimos bárbaras!], y el calentador con su correspondiente tubito de gas. Ahora: ni fósforos, ni un mísero jarrito para calentar agua ni un puto paquete de galletitas ni una puta latita de picadillo (ni hablar del abrelatas eh?). Dos taradas.
El mate lo llevamos porque pensábamos tomar mate en el camino que sino probablemente tampoco lo hubiéramos cargado. Y paren de contar.
En el medio somos dos idiotas armando carpas. Menos mal que no llovió y sólo porque Pikachu es grande el viento no nos voló el sobretecho. El premio a la peor carpa de todo el camping, qué digo todo el camping, de todo Villa Ventana y alrededores es nuestro, seguro. Parecía una pasa de uva.
Podríamos haber hecho asado, claro. Total la carne la comprás allá, sólo que ni platos, ni tenedores, ni cuchillos ni una mísera cucharita teníamos. Nada. Menos mal que nos reímos mucho de ésto y decidimos irnos a comer a una parrilla de por ahí, pero para la próxima: lista. Que será de obse, pero sirve.
Subimos a la puta ventana. Divino todo, sí, sí. Ahora, una pregunta señores del parque provincial, ¿en serio nadie se mató subiendo eso? porque había un viento que te volabas sin necesidad de ala delta y atrás tuyo sólo caída libre lleno de roquitas que te partían de una la capocha si, como yo, sos medio [medio pst] torpe y te vas tropezando por la vida.
Veía a la gente lo más tranquila trepando, o más bien: escalando la montaña y me preguntaba si sólo yo me daba cuenta de lo peligroso del asunto. O será que soy muy maricona, pero la verdad es que más de una vez me pegué flor de julepe cuando no hice pie en algún lugar o pisé mal y me resbalé. Roca pe-la-da era en la última etapa. Alguien se tiene que haber matado y no nos lo están diciendo para que nosotros, ovejas, vayamos lo más tranquilos.
Mil cien metros de escaladas me hicieron entender que mi estado físico es de-plo-ra-ble. Ok, es verdad, yo soy maría dolores, pero lo cierto es que se me hincharon las manitos por el frío [¡los dedos como salchichas tenía!] así que si me caía ni siquiera me hubiera podido agarrar, los músculitos de las piernas me temblaban, el aliento me faltaba y llegando a la mitad de camino me hubiera vuelto sin ninguna culpa porque entendía que podía vivir sin ver la ventanita dichosa. Y, para confirmar que somos dos urbanas del orto con tanto camping como Gates, ni un mísero chocolate llevamos pa'zamparnos en la cima.
Dios. Digo: Pikachu. Dos im-pro-vi-sa-das.
Y mientras bajábamos y yo (que me hago películas rapidito) ya veía mi cuerpo comido por los caranchos después de la caída libre que se iba a producir de un momento a otro, empecé a pensar que estoy grande para hacerme la pendeja e ir subiendo cerritos como si tuviera 20 y mi estado físico fuera el de la otra Gabriela Aguirre que juega en las leonas.
La próxima hotel. He dicho.


Hablando en serio, la pasé divino. Me quejo porque no sería yo si no me quejara de algo. Volvería, claro, en verano y con todos tildes en la listita de "cosas para llevar".

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