Arruina-momentos

>> 10 abr 2012

El otro día, hablando con mi hermana, recordaba la enorme capacidad arruina-momentos que tengo. Y no hablo sólo de los momentos "románticos" (ponele), sino de momentos circunspectos también, donde es muy probable que me mande un chiste totalmente fuera de lugar.
Yo recuerdo, puntualmente, dos. Y creo que los recuerdo porque me los marcaron, pero debe haber una infinidad de situaciones que me han dejado pasar.

El primero de ellos fue un momento que podríamos llamar romántico y sucedió hace un par de años. Enamoradísima hasta la médula, en medio de la madrugada estábamos por dormirnos abrazadas cuando ella me dice:
- Mirá, mi amor, qué luna (supongo que ahí venía algún adjetivo calificativo)...
- Ay, sí, justo te estaba por decir, cerrame la persiana que la luz de mierda esa me está matando.

El segundo, fue un momento que debería haber sido serio y grave. Lo fue, claro, y triste también: el velatorio de mi padre. Yo estaba ahí al ladito del cajón hablando con la misma persona del diálogo anterior. No sé de qué estábamos hablando, pero resulta que en eso llega la ahijada de mi padre. Des-tru-í-da. Se acerca al cajón, lo ve y empieza a llorar de una manera tan desconsolada que no se me ocurrió otra cosa que decirle a mi interlocutora:
- Todo bien, pero esta chica me está haciendo quedar para el orto. Mirá cómo llora, más que yo que soy la hija, así no va, m'entendés?

Es lo que tengo. Que no digan que no avisé.

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