Cosas que me pasan sólo a mí

>> 1 jul 2011

Línea 176. 18:27 hrs.
El colectivo no va hasta las bolas, pero yo voy paradita en el lugar ese que está frente a la puerta del diome y que, se supone, es para discapacitados. Mi ipod y yo somos uno. Estoy zen con el mundo (después de una noticia, como mínimo, intranquilizadora).
Llegando a Av. San Martín sube una vieja. Una vieja como cualquier otra vieja. Una vieja coqueta, de esas que se pintan, se arreglan, se ponen todas las joyas encima, saquito violeta y lentes.
La vieja se para frente a mi, veo que mueve los labios y me pregunto si reza, pero ni en pedo apago el ipod para escucharla, además parece que no se dirige a mí sino al cosmos. Seguimos viajando unos cinco o diez minutos más. En un momento la vieja levanta su mano derecha hacia mí, yo imagino que la vieja se quiere agarrar de la ventanilla o algo así, pero no, la vieja pone su mano en mi cabeza y con el dedo gordo me hace la señal de la cruz en la frente.
No puedo creer lo que acaba de pasar.
Inmediatamente hace lo mismo con el chico que está parado al lado mío.
- Señora ¿qué hace? - le pregunto sacándome los auriculares indignada.
- Es para que dios te cuide, nena.
Y encima me dice 'nena' la vieja. Y tiene una voz toda dulce que no da para cagarla a puteadas por desubicada, además en cualquier momento empiezo a arrastrarme por el techo del micro hablando con la voz de Barry White y girando la cabeza 360 grados.
- No creo en dios - le digo y, en mi ilusa convicción, creo que la cagué y que acá se terminó todo.
- Entonces necesitas otro - me dice y vuelve a hacerme la señal de la cruz en la frente con su dedo gordo arrugado y me cago en Perón.

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