Los "te quieros"

>> 19 jul 2011

Cuando era adolescente y durante casi toda mi juventud nunca colgué ninguna llamada telefónica con alguien querido sin decir 'te quiero'. Tenía la idea de muerte muy presente, como todo adolescente supongo, habían pasado algunos hechos horribles en mi familia y quería que la última palabra que le dijera a alguien fuera una palabra de amor. Esta metodología la aplicaba sin excepciones, incluso aunque estuviera discutiendo, lo que generaba situaciones dignas de una película de Almodovar porque podía suceder que finalizara la conversación con un "por qué no te vas un poquito a la mierda, eh? no quiero hablar más con vos, te quiero, chau" click!
Con el correr de los años y no sé bien por qué, dejé de hacerlo.
De adulta digo 'te quiero' muy pocas veces. A veces uso una deformación: el 'quiérote' [te+quiero, pero al revés, que andá a saber si existe], pero la uso cuando me da vergüencita decirlo. 'Quiérote' es como un 'te quiero', pero menos. No, menos no porque no quiero menos, sino como con menos ímpetu, con más reparos. Con 'cosita', digamos.
Vale igual para el 'te amo'. 'Ámote' es como un 'te amo', pero menos, con menos compromiso quizás y lo digo cuando por alguna razón no quiero decir 'te amo'.
Ni hablar cuando es en otro idioma. Cualquier cosa dicha en otro idioma carece de la fuerza que contendría lo mismo dicho en castellano. 'I love you' (o 'So do I' para responder que yo también) y 'Je t'aime beaucoup/tant' es mucho menos consistente que un 'te amo' y, como esto es un ida y vuelta, si alguien me lo dice, lo tomo de la misma manera, es decir con menos fuerza.
Pero bueno, lo que venía a decir es que ayer mientras daba vueltas en la cama porque no me podía dormir, pensaba en esta costumbre mía que había dejado, la de finalizar cualquier charla telefónica con una palabra de amor. Y pensaba que no estaba bien haberla dejado de lado.
Alguien que quiero me dirá que no hace falta decir 'te quiero' si en tus acciones está dicho. Yo diré que tiene razón, claro, pero que nunca está de más.
En estos últimos días en que no he sido buena compañía para nadie, hubo mucha gente que se quedó conmigo al otro lado del teléfono, escuchándome hablar monotemáticamente o llorar, bancándome la tristeza y poniéndome el hombro y la oreja. Estuvieron los que están siempre y se agregaron algunos que no pensé.
Así que, aquí va: Karina, Mónica, Susana, Gabriela, Paula, Sol, Bari, Ricky, Jorge, Pao, Pame, Mariela (Brenda, para todos los demás) desde acá que se sepa: los quiero, son importantes para mí.

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Lluvia

Salgo del trabajo a las seis con una lluvia que aparenta no parar en toda la noche. Mi religión no me permite usar paragüas, así que me levanto la capucha de la campera y camino las cuadras correspondientes hasta la parada del colectivo.
Frío. Mucho. Me prendo un cigarrillo bajo la lluvia y camino con una sonrisa. Obviamente me mojo. No me importa. Me encanta la lluvia.
Llego a mi casa muerta de frío y mojada hasta la médula. La sonrisa no se fue.
El buenhumor no me lo saca una lluviecita de morondanga, que se sepa.

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