Ay, Cristina

>> 29 oct 2010

Te veo ahí, parada frente al féretro del Néstor y no puedo evitar el nudo en la garganta.
Te veo firme, con la mano apoyada sobre el cajón, acomodando la bandera, casi en una caricia. Veo a los miles de argentinos que entran y aplauden, porque los argentinos somos así, aplaudimos para despedir también... 
El pueblo entra a Casa de Gobierno a despedirlo a él. Compañero-Ex-Presidente- Líder, le ponemos el título que quieras. A él. A verte a vos, a darte fuerzas, a llevarte palabras de aliento para decirte que no estás sola. Lo que más se escucha y lee en cualquier cartel es "Fuerza, Cristina", pero yo sé, Presidenta, que eso no te falta.
Lo vi al negro Zannini duro, los ojos fijos, acompañándote, lo vi a Taiana llorando junto a Kunkel. Lo vi a Anibal hecho pelota ¿quién iba a imaginárselo al bigotudo irónico tan hecho mierda? La vi a Estela de Carlotto y a Hebe llorando.
El abrazo de Lula, Chavez, Evo... Lugo enfermo vino igual, Mujica, Correa, Santos. Y eso no me sorprende, me esperaba la visita de los presidentes, lo que me llamó la atención fue el dolor en sus caras, el cuidado, la contención hacia vos.
Cristina junto al cajón de Néstor
Y sobre todo al pueblo, Cristina, vi al pueblo llorando, lo vi salir a la calle el miércoles, dirigirse a la plaza, llevar una flor, un papel escrito con birome en una hoja arrancada de cualquier cuaderno. Vi a una piba que no tendría más de dieciocho llorando desconsolada acompañada por la madre ¿quién iba a pensar, Presidenta, siete años atrás, que la militancia volvería, que los jóvenes volverían a interesarse en la política? Vi al pueblo llenar la plaza, a señores grandotes y barbudos con un pañuelo y lágrimas en los ojos. Un señor llevó el dibujo de su hija para dejar en la pila de flores y carteles. Vi respeto, silencio, dolor. Vi al pueblo salir a decir "acá estamos y somos muchos".
Y ahora te veo ahí, Presidenta y otra vez las lágrimas, por vos, por el compañero Néstor. Lágrimas de dolor y de agradecimiento. Para Néstor Kirchner no tengo más que gratitud.
No estás sola, Cristina, no tengas ninguna duda de eso.



Quisiera que me recuerden sin llorar
ni lamentarme
quisiera que me recuerden por haber hecho caminos
por haber marcado un rumbo
porque emocioné su alma
porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados
porque interpreté sus ansias
porque canalicé su amor.

Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices
la seguridad de los justos
el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores
con comprensión por mis debilidades
con cariño por mis virtudes,
si no es así, prefiero el olvido, que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre.
Joaquín Enrique Areta

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