Creer y no creer

>> 17 abr 2012

No creo en el Dios de los cristianos y ni en el misterio de su trinidad.
Ni en Yhvh (que andá a saber cómo se pronuncia) y su tetragrama.
Ni en Alá o Tláloc o Quetzalcóatl o Anu o Panas o Chia o Nanabozho o Abuk o Anubis o Afrodita o Zeus o Aditi o Pacha mama o Androanzi o Chaak o Antu o Apolo o Izanagi o Enki o Maddi.
No creo en ningún santo o profeta o personaje que se le parezca que, caído de arribita, traiga la buena nueva.
Ni en el cielo, ni en la reencarnación, ni en las vidas pasadas, ni en vírgenes que lloran o imágenes en tostadas o muros con humedad.
Y, por supuesto, no creo en ningún diablo ni némesis alguna de todos los dioses nombrados más arriba.
Creo, eso sí, en la belleza. La belleza de algunas cosas, algunos sucesos, algunos hechos. Y creo que la belleza tiene una cierta magia.
Creo que hay magia en eso de despertarse todos los días al lado de la persona que se ama, que hay magia en el encontrarse en otros ojos, que hay magia en el amor que persiste a pesar de todo.
Creo que es mágico, profundamente mágico, decirle "te quiero" a alguien que se quiere, a alguien que ha pasado tiempo con una, tiempos buenos y tiempos no tan buenos, alguien que se queda a pesar de nuestras miserias, alguien que resiste.
Creo que algo de magia tienen la risa de mis sobrinos o de cualquier niño, la inocencia con que preguntan, la veracidad y certeza de algunas de sus respuestas.
Creo que hay belleza en el Teorema de Pitágoras, en Los Girasoles de Van Gogh y en las Suites de Bach, y que es esa belleza la que los convierte en mágicos.
Creo en la magia del saber, del entender por fin algo que no entendíamos hasta hace un segundo, del comprender, aprender y aprehender, del instante en que por fin las ventanas de dos trenes se alinean y podemos ver más allá.
Creo en la magia del juego, de la imaginación, de la risa, de la música.
Creo en la magia de la amistad, del amor entre personas que pueden no pensar igual en casi nada y elegirse con libertad, con vínculos sanguíneos o sin ellos.
Creo que algo de magia tienen la perseverancia (que no es lo mismo que tozudez -aunque invente una palabra-), la sonrisa desinteresada de un desconocido, la solidaridad, el dar sin esperar algo a cambio.
Y también creo que todo tiene un precio, que nada es gratuito, que hay que estar dispuestos a perder algo para ganar otra cosa y que en ese intercambio, capitalista si se quiere, también hay magia.
Hoy me levanté harrypotteana (debe ser la fiebre, ya se me pasa y vuelvo a la cabrona malhumorada de siempre), así que ¡Alohomora! a las puertas que se cierran y ¡Expelliarmus! a las amenazas que nos rodean.


"Todo el mundo quiere soluciones mágicas a sus problemas, pero nadie está dispuesto a creer en ella" (dicho por el sombrerero loco en Once Upon a Time)

4 comentarios:

W. Von Dunajev 18 de abril de 2012, 0:20  

Yo tampoco creo en ningún dios y sin embargo, esa enumeración de nombres los dota de cierto encantamiento mágico, la alquimia de lo bello irrumpe desde un modo de nombrar. Siempre me pregunté si la belleza estaba en las cosas o en el modo de percibirlas o nombrarlas.Ciertas personas tienen la capacidad de despertar lo bello en lugares o cosas impensadas. Volver mágico lo prosaico.Lo bello y lo que brilla, lo luminoso, tienen en algún idioma, una etimología común.Me conmueve esa capacidad de iluminar aquello que permanecía opaco ante nuestras pupilas por un nuevo modo de mirar...

Gabriela Aguirre 18 de abril de 2012, 0:31  

Wanda: Me parece que la belleza está en algunas cosas y sobre todo en el modo de percibirlas.
Y la palabra, definitivamente construye, no sólo describe, la belleza.
Sí, eso que dice, la capacidad de iluminar aquello que permanecía opaco, también me conmueve a mí, incluso si esa luz ilumina a alguno de los dioses nombrados por ahí.
Gracias por pasar, Wanda.
Besos.

Guillermo Altayrac 20 de abril de 2012, 1:02  

"... el instante en que por fin las ventanas de dos trenes se alinean y podemos ver más allá."

¡Bravo por esta imagen!
Esos instantes de iluminación repentina. Los he tenido, sí. He tenido varios en los últimos años. Algunos han sido oscuros. Alzo mi copa por ellos, igual. Alzo mi copa por el conocimiento profundo, aunque al principio pueda doler. Porque esa es una forma de magia también.

Gabriela Aguirre 20 de abril de 2012, 1:25  

Guillermo Altayrac. Talcualmente.
Brindemos entonces!

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