Todas las horas

>> 23 ago 2012

Bajo del micro después de viajar todas las horas. Me esperan con abrazos y sonrisas.
- ¿Y? ¿Llegaste? -me pregunta el chofer que aprovechó para vaciar su mate y que justo nos cruza.
- ¡Por dios! Me paraste el micro en cada conjunto de cuatro casa que nos cruzamos, ¿era muy necesario?
- Este para en todos lados, sí.
- Terrible. Ya no sabía qué hacer.
- Jajajaja!
- No te rías, pensé que en cualquier momento llegábamos a Calafate -la miro-. No sabés, se metía por callecitas de tierra cada dos por tres y yo decía "oh dioses". Tres casas había. Tres. Así: uno, dos, tres -cuento con los dedos-, y el micro paraba, ¡paraba me entendés!? ¡Y a veces ni eso había! ¡En el diome de la nada! Ruta, nada, nada, y un paspado que se bajaba a hacer no sé qué porque no había nada de nothing.
- Bueno, pero si vos vivieras en uno de esos pueblitos de cuatro casas querrías que pare... -acota ella.
- No sé. No creo. No importa porque no vivo ahí.
El chofer se ríe.
- ¿Cuándo te volvés?
- El lunes.
- No te tomes el de las nueve entonces.
- Jajajajaja! Gracias.

Ah, sí, cuando estoy nerviosa me pongo sociable.

2 comentarios:

Guillermo Altayrac 26 de agosto de 2012, 0:37  

Jajaja. ¡Cuando estás nerviosa te ponés sociable!

Gabriela Aguirre 26 de agosto de 2012, 0:53  

Guillermo Altayrac: Claro, hablo mucho (más de lo que ya hablo calma, digo).
Besos.

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