Burci
>> 26 ene 2010
Salgo de la casa de mi amiga hacia la parada del colectivo. Mientras camino por las veredas de Mataderos escucho un gemido, una especie de chillido agudo... Un gatito, pensé y empecé a mirar por todos lados.
Efectivamente ahí estaba, a un costado de la vereda, muy chiquitito, todo negro, casi inmóvil. Mierda, las gatas no hacen esto, no dejan a sus bebés recién nacidos por ahí..., acá pasó algo. Mientras me acerco a agarrar al gato [no lo voy a dejar tirado ni en pedo] sé que las posibilidades de que sobreviva son pocas [ok, son menos si lo dejo acá] sin su mamá. Ufa.
Me acuclillo y estiro la mano para agarrarlo... el gatito chilla otra vez y no me sonó a maullido de gato... mmmm... lo miro bien... ¡san pikachu!, un bebé era, sí, pero de murciélago.
Dudé. ¿Qué hago? ¿qué hago? ¿qué hago? ¿qué hago? Mierda. Cagome en Perón.
No lo voy a discriminar por feo, ni porque me de impresión, ni porque lo asocie con Drácula, sigue siendo un bebé. Un bebé que se arrastra hacia mi y yo que retrocedo. Cagona, agarrá ese bicho. Ok, lo agarro y él se prende a mis dedos. Casi que me das ternurita, Burci [ay!, ya le puse nombre, soy una tarada].
Lo dejé en el hueco de un árbol, lo más arriba que alcancé y lo más oscuro que encontré, no podía llegar a mi trabajo con un murciélago por muy bebé que fuera. Gracias a las bondades del alcohol en gel pude superar el asquito de haberlo tocado.
Juro solemnemente que no voy a ir a la salida del trabajo a ver cómo está.
Juro solemnemente sobre el libro de Narda que no voy a adoptar a Burci, ni a ningún otro murciélago.
Ustedes juren que si mañana posteo una foto del pequeño mamífero, me van a buscar y ajusticiar como corresponde.
He dicho.
La foto me la robé de internet, eh? Este no es Burci. Burci es más pequeño y más lindo [matenme].
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Efectivamente ahí estaba, a un costado de la vereda, muy chiquitito, todo negro, casi inmóvil. Mierda, las gatas no hacen esto, no dejan a sus bebés recién nacidos por ahí..., acá pasó algo. Mientras me acerco a agarrar al gato [no lo voy a dejar tirado ni en pedo] sé que las posibilidades de que sobreviva son pocas [ok, son menos si lo dejo acá] sin su mamá. Ufa.
Me acuclillo y estiro la mano para agarrarlo... el gatito chilla otra vez y no me sonó a maullido de gato... mmmm... lo miro bien... ¡san pikachu!, un bebé era, sí, pero de murciélago.
Dudé. ¿Qué hago? ¿qué hago? ¿qué hago? ¿qué hago? Mierda. Cagome en Perón.
No lo voy a discriminar por feo, ni porque me de impresión, ni porque lo asocie con Drácula, sigue siendo un bebé. Un bebé que se arrastra hacia mi y yo que retrocedo. Cagona, agarrá ese bicho. Ok, lo agarro y él se prende a mis dedos. Casi que me das ternurita, Burci [ay!, ya le puse nombre, soy una tarada].
Lo dejé en el hueco de un árbol, lo más arriba que alcancé y lo más oscuro que encontré, no podía llegar a mi trabajo con un murciélago por muy bebé que fuera. Gracias a las bondades del alcohol en gel pude superar el asquito de haberlo tocado.
Juro solemnemente que no voy a ir a la salida del trabajo a ver cómo está.
Un murciélago bebé encerrado en el hueco de una mano. |
Ustedes juren que si mañana posteo una foto del pequeño mamífero, me van a buscar y ajusticiar como corresponde.
He dicho.
La foto me la robé de internet, eh? Este no es Burci. Burci es más pequeño y más lindo [matenme].