Emma

>> 11 ago 2013

Ayer vi un labrador chocolate en la esquina de mi negocio.
Salí casi corriendo (todo lo corriendo que me permite mi bota walker, al menos) para ver si era Emma.
Y no, no era.
Y me quedó como un granito de arena metido en el corazoncito.
Extraño a Emma. Extraño que venga a recibirme moviendo la cola y saltando, que me traiga la pelota para que se la tire doscientas tres millones de veces, que la tenga que correr por todo el patio para aplicarle una vacuna, que se siente educadamente para comer, que persiga a las gallinas, que ladee la cabeza cuando la reto, que me robe algo y salga corriendo.
Hace casi un año que algún hijo de puta se la llevó de mi casa y me descubro buscándola en todas partes, no saqué los carteles de recompensa, me paro ante cada labrador chocolate que encuentro.
Extraño a mi perra.
Que no era mía, es claro.
Yo era de ella.

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