Vuelo
>> 4 ago 2011
Mataderos. 7:00 am y estoy esperando el colectivo. Frío. Mucho. Tardo exactamente ocho minutos en decidir que ni en pedo lo espero. Levanto el brazo y paro un taxi. Me toca un taxista simpático: no habla. Viajamos en silencio, en el viaje mi cabeza vuela.
Una habitación impersonal, ella y yo, la abrazo desde atrás y le digo lo mucho que me gusta. Gira hacia mi y responde. La respuesta es física, literal. La imposibilidad de querer salir de la cama y la realidad de tener que hacerlo. Un barcito céntrico y un café que pretende distraernos, pero que no lo logra.
El taxista toma Avellaneda y el tráfico nos frena.
Cena con amigas. Música. Poesía. Risa. Me gusta quedarme a dormir en lo de Moni porque en las mañanas soy un mimo y lo primero que hago al despertarme es recibir besos y abrazos de buenos días como si tuviera ocho otra vez. Me adoptaron, que se sepa. Me gusta, que se sepa también.
Boyacá y aceleramos.
La gente va y viene emponchada hasta la nariz mientras yo voy calentita en el auto. Pienso en que qué suerte que estoy calentita mientras me imagino el frío horrible que debe hacer afuera. Después pienso en que qué feo lo que estoy pensando porque hay gente que duerme en la calle y no la debe estar pasando bien. Poca conciencia social, Gabriela. Macri y la puta madre que te parió, que no sé qué tiene que ver, pero que la puteada le cuadra igual.
Av.San Martín, puente, Chorroarín, túnel, Constituyentes.
Ya llegamos y es re temprano, qué ricos mates me voy a hacer mientras leo diarios y blogs.
- En Mendoza doble a la derecha por favor.
Pago.
- Gracias, que tenga buen día - le deseo al Sr. taxista mudo que me cayó simpático.
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