El Apocalipsis un poroto
>> 9 dic 2013
Este domingo me traje unos muebles que tenía en mi casa de los joseses y, como no podía ser de otra manera, unos cuantos libros. Los acomodé en la biblioteca y después fuimos a cambiar la cama. Fuimos y vinimos ordenando. Cuando vuelvo del lavadero la encuentro paradita frente a la biblioteca poniendo y sacando libros.
- ¿Qué estás haciendo? - le pregunto.
- Ordenándolos por tamaño, gorda.
- ¿Por tamaño, pero dentro del mismo estante, no?
- No, por tamaño según donde entren.
- Oh, dios.
Me acerco y la veo poner, prolijamente, un libro de Maitena (sí, Maitena, no es mío, conste en actas) entre los dos tomos del Peronismo de Feinmann.
- No, no, no, no. No. ¡Me los mezclás todos, gorda! ¡No voy a encontrar nada! Además, ¿Maitena entre los dos Feinmann? Eso me hace mal a la cabeza. Feinmann se debe estar cortando las bolas y cosiéndoselas con una aguja oxidada.
- Le mandamos a un psicólogo.
- No, gorda, en serio, así no. Ordenalos por tamaño si querés, pero dentro del mismo estante...
Me mira y no me dice nada.
- Me hace mal eso que estás haciendo. Se me pianta un lagrimón.
- ¿Querés un antidepresivo?
- Sí.
- ¿Estás muy mal?
- Sí.
- Bueno, yo te prometo que cuando traigas el resto de tus libros y armemos las otras bibliotecas, te dejo ordenarlos como quieras, pero ahora tienen que quedar medianamente estéticos.
- Bueno...
Maitena entre Feinmann, Spinoza entre Neruda, Foucault entre Saramagos. El Apocalipsis se llama Maru ordenando mi biblioteca.
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