El temita de los regalos
>> 14 oct 2011
Mi madre es de esas personas que regalan lo que en realidad quieren tener. No le importa si vos necesitás eso puntualmente o si te gusta o si te resulta útil, lindo, gracioso o instructivo. Nada de eso importa. Lo único importante es que le guste a ella.
Para ejemplificar tengo dos anécdotas:
La primera es de hace un par de años. Cuando alquilé una casa relativamente cerca de la suya no tenía ningún mueble. La cama y la heladera, los únicos muebles existentes, eran prestados. Ni sillas, ni mesa, ni sillones, ni nada. Comía sentada en la mesada o con el plato en mi falda o en la mesa del patio, lo que se complicaba si hacía frío o llovía, claro. Los libros estaban en dos millones de cajas y a veces las usaba de mesita, la casa no tenía placard así que la ropa estaba en bolsos y bolsas. Un despelote, digamos, pero como estaba segura de que era una cuestión de tiempos no me angustiaba. Lily todavía no existía en mi vida.
Un día me manda un mensaje mientras estoy trabajando para decirme: "te dejé un regalo en tu casa" y yo, que soy curiosa, quise saber inmediatamente qué era (sí, sépanlo, no me pueden dejar diez horas con la incógnita a riesgo de que termine arañándome de la desesperación), ergo, mandé mensaje preguntando, "un mueble" me contesta y yo morí de la emoción porque me dije que seguro me había comprado una mesa. No necesitaba mucho, una pequeñita con dos sillas y era feliz. Así que seguí trabajando el resto de mis horas sabiendo que cuando llegara a mi casa iba a poder conectarme desde mi notebook sentada como pikachu manda.
Si todavia existieran, es muy capaz... (un mamut). |
Obviamente, visto que no tenía mesa ni sillas ni muebles ni nada, pero tenía bar, ojo, me fui al super y compré como ocho botellas de vino. Si lo voy a tener será lleno.
La segunda anécdota es de un tiempo después del momento anterior. Ya tenía mesa, sillas, biblioteca y silloncitos. Y a Lily, claro. Éramos muy felices las dos. Lily es un sol, ya lo saben. Bueno, el punto es que para mi cumple madre me llama y me dice "tengo un regalito para vos, vení a buscarlo" y yo, que la conozco, me imaginé cualquier cosa: una rueda de tractor, un hipopótamo bebé, un avestruz, yo qué sé, cualquier cosa.
Era Emma. Que es adorable, no lo duden, pero díganme ¿para qué soto querría yo un perro más? Y así es que Emma llegó a mi vida, con mi cara de "¿qué hago con este pichón de mamut?" y la sonrisa de mi madre diciendo "¿no te encanta?". Y no, no me encantaba.
Así es mi madre con los regalos. No sé si, como dice la Tana, tiene que ver con alguien que nos ama más de lo que nos conoce o si es puro egoísmo.
Ahora se viene mi cumpleaños y tengo, como mínimo, miedo. No tengo espacio para un sulky, ni quiero tener un pony por muy lindo que sea, no me interesa tener un espejo de catorce metros, ni una alfombra con forma de dinosaurio aplastado.
Si me trae otro perro, lo devuelvo, que se sepa.
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