Saya
>> 28 sept 2010
De todos los bichos que ha tenido mi madre [y ha tenido unos cuantos, que incluyen a sus hijos], el más querido de todos fue Saya, su perra naranja.
Saya acompañaba a mamá al negocio todas las mañanas, después se volvía a cumplir con su función de cuidadora de hogar y a la noche volvía al negocio a buscarla. Dormía en el garage, en un canasto de mimbre demasiado pequeño para su tamaño.
Una vez que estaba llenísima de cachorros y me estaba acompañando al negocio, un señor pasado de alcohol no tuvo mejor idea que pegarle una patada porque sí y perdió a todos sus cachorros. La tristeza de esos ojos no me la olvido más. Estuvo tirada abajo de la parrilla un montón de tiempo y cada vez que uno de nosotros pasaba cerca largaba un suspiro ruidoso que hacía que nos frenáramos y le hiciéramos mimos mientras le decíamos que ya estaba bien, que ya tenía que dejar de duelar, que salga que había asado en el fondo y seguro ligaba algo. Después adoptó unas pantuflas de ardilla que yo tenía e iba con sus hijos-pantuflas de un lado para el otro, hasta que unos meses después dijimos que basta de sufrir y se las sacamos. Lloró un rato y luego se terminó.
Lily la odió desde la primera vez que la vio, hubo que separarlas siempre porque mi perra, al ser más joven [además de un dogo] tenía ganas de comérsela viva y Saya era demasiado vieja para ganar y demasiado orgullosa para ceder. En general, mi familia tiene la idea que problemas de perros se arreglan entre perros y los dejan formar su jerarquía tranquilos [no es tan razonado, pero es así], pero en este caso y después de ver cómo quedó Saya en una pelea con Lily dijimos que no, una en un patio, la otra en el otro y se terminó.
De todos los bichos que ha tenido mi madre, el más querido de todos fue siempre Saya, su perra naranja, hija de una pastor alemán y vaya a saber qué más, que se fue el miércoles pasado a los catorce años y que está enterrada en el jardín porque "ésta es su casa y acá se queda", dijo mi madre.
El domingo, cuando terminé de bañar a Lily y Emma y las dejé en el patio, mientras Emma corría como desaforada tras de una botella de coca vacía y Lily se acostaba al solcito, sorprendí a mamá hablándole a Lily.
- Al final le ganaste, eh? -mientras le acariciaba la cabeza- por cansancio le ganaste.
Y se secó una lágrima.
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