Para llevarte a vivir

>> 19 sept 2012


Juan Quintero.  Ahhh... lo amo.
"De lo dicho sin pensar, de lo que callo y no digo, de las cosas por pasar, de las trampas del azar, de las cartas del destino... tengo un lápiz colorado en un librito guardado para escribirlo contigo."

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Más que el Royal

Pao dice:
 Una pregunta indiscreta, ¿puedo? Quiero saber si te perdimos para siempre... ¿estás de novia con un chico?
Gabriela dice:
 Juuuuuaaaaaaaaaa! ¿De dónde sacaste semejante pavada?
Pao dice:
 No sé, me pareció..., ¿por qué es tan improbable? Sos medio rarita vos.
Gabriela dice:
 Es muy muy muy muy improbable.
Pao dice:
 Harta de las mujeres..., en fin..., que te dejen hecha pelota, hijas de puta.
Gabriela dice:
 Harta de las mujeres es verdad, pero una cosa es el hartazgo y otra la heterosexualidad.
Pao dice:
 Y no sé hasta donde puede llegar el dolor..., o el cansancio.
Gabriela dice:
 Hasta ahí no llega. ¡Ya me querías sacar los fueros torteriles!

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Pensamiento gallináceo

Venía pensando. En muchas cosas, claro. Ojalá tuviera la capacidad de concentrarme en una sola cosa, pero lo cierto es que tengo pensamiento gallináceo. Pensamiento gallináceo es pensar de la misma manera en que comen las gallinas, ¿las vieron?, escarban acá, allá, agarran una semilla del montón, después otra de más allá, después prefieren un gusanito o un pastito particularmente vistoso..., bueno, así pienso yo, una cosa lleva a la otra y resulta que comienzo con la resolución de un problema de trigonometría y termino con la mejor manera de armar un acuario plantado. Y no tengo la más mínima idea de cómo llegué de acá a allá.
[...cada silencio en tu boca parece la muerte...]
Pascu tenía (y tiene) el don de seguir los hilos de pensamiento. Yo no he podido jamás. Aunque tampoco me lo he propuesto, la verdad sea dicha, pero igual creo que no podría aunque quisiera, creo que acabaría enredada en los hilitos esos y después ya ni sabría qué estaba buscando, y, enreadada así como estoy, probablemente encuentre un hilito interesante y me quede mirándolo. Pascu también dice que soy un compendio de datos inútiles.
El día hoy está tan raro como yo. Y eso que soy rara como caballo verde, según dicen por ahí.
Habría que corregir esa frase, ahora que lo pienso, un caballo verde no sería sólamente raro sino también improbable, a no ser que lo tiñiérarmos y entonces podría ser tanto verde como fuxia. Y eso no tiene nada de raro, pero supongo que la frase fue acuñada cuando nadie pensaba en la posibilidad de teñir a un caballo, o sea, antes de la tintura, o sea... ¡hey! ya los egipcios tenían tinturas..., entonces no, ¿entonces cuándo?, no sé, ¿importa?, no. La cosa es que el día está raro, hay viento, a veces llueve, a veces para de llover y de soplar, por momentos hace frío y por momentos no. Yo también estoy rara. Más de lo normal, digo. Físicamente rara porque por momentos me duele la panza y por momentos no, por momentos siento como si una legión de hormigas me colonizara y por momentos me tiro a leer y no pienso en nada más que en Brienne siendo atacada por una horda de hombres quebrados. Los hombres quebrados son unos que ya no tienen nada que perder, según dice un septón que ni me acuerdo el nombre, uno que fue caballero y al que dieron por muerto en una batalla cuyo nombre tampoco recuerdo.
Físicamente rara, decía. Intelectualmente rara... mmmm... bueno, no más que de costumbre. Me pasé parte de la noche de ayer leyendo poemas escritos por alguien que quiero. Lindo y raro. Todo es raro, carajo. Raro porque es como meterse de puntitas de pie en una casa ajena a espiar a otro, no? Me dio como vergüenza en un punto. Sin embargo, lo cierto es que estoy leyendo blogs todo el tiempo y todo el tiempo leo cosas que escribe otra gente y no me da vergüenza. Vergüenza es esa sensación de saber que estamos haciendo algo que no deberíamos estar haciendo y saber además que no podemos parar de hacerlo.
Y emocionalmente rara también. Contenta, con dudas, con miedos, con alegría, con ilusiones y con una mano en el freno de mano, por las dudas, viste?. Un cóctel de sensaciones a las que no puedo dar nombre y a las que no sé si me interesa dar nombre ahora.
Colgada. Colgadísima. Me olvido de nombres, de fechas, de pagar el teléfono. Me olvido de poner el despertador para ir a la facu y me puteo cuando abro un ojo a las nueve. Con doscientas mil cosas pendientes y yo acá sentada fumando un cigarrillo lo más puta bajando más e-books de los que voy a poder leer, comprando más libros de los que entran en la biblioteca, amontonando papeles del negocio que necesito procesar. Y pensando, claro.
[... cada silencio en tu boca parece la muerte...]
En mi escritorio conviven pilas de libros por procesar, papeles con cuentas, paquetes de galletitas, una taza con restos de café, paquetes de cigarrillos vacíos y llenos, apuntes de la facultad, más encendedores de los que uso, cables, pilas, una tableta de aspirinas, un cenicero que desborda...
Quizás tiene que ver con eso, justamente, con un desborde. Hay cosas que me desbordan, situaciones, emociones. Tengo un desorden importante. En mi casa primero, pero no es el único.
Ordeno entonces. Mi casa como primer paso, a ver si resulta que así se empieza y que el orden de mi casa da pie al orden en otros lugares.
Allá vamos.

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Chiche

Para Germán: Un e-reader.


Chiche nuevo.

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