Cumple

Hice doscientos treinta y nueve (sí, los conté) alfajorcitos de maicena, ciento noventa y cuatro chips de jamón y queso, me rodearon veintidós nenitos a los gritos que querían un gorrito de Ben 10 o de Winnie Pooh o de Mickey, me dijeron "señora" repetidas veces, cambié pañales, me vomitaron bebés, una nena chiquita me estampó un cacho de torta en la cara, mantuve el siguiente diálogo con un nene de tres años:

Nene: Señora...

[me decís señora una vez más y de la patada que te doy volás a tu casa]

Yo: ¿Qué pasa?

Nene: Ese nene -y señala a uno con gorrita roja- me está hinchando.

Yo: ¿Te está molestando?

Nene: No, me está hinchando...

[acá creo que no le estoy entendiendo lo que dice]

Yo: Pero..., te molesta?

Nene: ¡No! ¡Me está hinchando las pelotas!

Mi sobri, Rodrigo, frente a su torta de cumpleaños.

Perdí al metegol con un nene de ocho años, inflé globos hasta que me dolieron los oídos, colgué guirnaldas, le apagué el cigarrillo a una nena en la cabeza, discutí con el dueño del inflable, encerré a Ema porque me tiró a todos los chicos como en el bowling, terminé a cualquier hora hecha pelota al cubo..., y todo eso valió la pena sólo por esa carita.

Ahora voy avisando, para hijos míos contrato un alguien que me los entretenga durante cinco horas y me aleje la piara de nenitos tirándome de la campera para pedirme cosas al grito de "señora, señora".

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