Trío
>> 2 ago 2010
Doce y media de la noche.
Hace un frío de cagarse y yo estoy terminando de mirar el último capítulo de Glee.
Emma y Lily están afuera yendo de mi puerta a la de mi hermana insistentemente a ver si alguna de las dos se apiada y las deja dormir adentro. Tienen cucha, pero evidentemente también tienen frío.
Ladran. Aparece la cabeza de Emma en mi ventana poniendo cara de pobrecita, si alguien tiene un labrador sabe de lo que hablo, levanta las cejas y ladea la cabeza mientras emite un sonido parecido a un aullido.
Saco mi humanidad de la cama calentita y les abro la puerta (si eso no es amor, no sé qué es), como son el colmo de la educación no dan un paso adentro hasta que les digo que pueden pasar (más bien son el colmo del condicionamiento y saben que para obtener lo que quieren se tienen que quedar tranquilitas).
Decirles que pasen y que se atropellen para entrar sucede en el mismo segundo. Entran y huelen todo. Yo vuelvo a la cama y desde abajo de las frazadas escucho sus patas por todos lados.
Ruido de latas que se caen, grito ¡Emma! (porque Lily no puede ser, si hay quilombo seguro es Emma) y Emma viene con una lata de pintura en la boca moviendo la cola. Pego dos gritos y se quedan sentadas una al lado de la otra, helado de limón y chocolate, frente a la cama mirándome. Apoyan la cabeza en la cama y suspiran. No pueden ponerse a dar lástima así, che, que tengo mi corazoncito...
Se quedan mirándome un rato, amagan acostarse, pero evidentemente el piso está frío y entiendo, se rompió la puta estufa y realmente hace frío. Las miro. Me miran. Mierda.
Me levanto y pongo una sábana vieja que proteja el acolchado y les digo que suban.
Si tuvieran dos colas serían helicópteros.
Emma a los pies, Lily a mi lado. No se movieron en toda la noche.
Sí, dormí con dos perras y no me da vergüenza.
Menos mal que no tengo de mascota a un hipopótamo.
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