Hoy vinieron a buscarme al negocio dos perros, uno amigo de Emma, la otra... ni idea: el primero es un negro grandote, con algún manto negro entre sus antepasados, y la otra una pitbull atigrada.
Primero vino el negro. Se sentó en la vereda mirándome con la cabeza ladeada. Y mantuvimos esta conversación:
- ¿Qué pasa, negro?
Se levanta y mueve la cola. No mucho, dos o tres agitadas.
- ¿Tenés hambre?
Más movimiento de cola. Amaga poner una pata dentro del local, pero sabe que adentro no puede estar y es un perro respetuoso.
- ¿Querés una empanada?
- Dejá de darle de comer al perro que después no se va más -acota mi hermana.
- Tiene hambre, es re feo tener hambre.
Agarro una empanada y se la acerco. La agarra y la come tranquilo. Me quedo al lado mientras lo hace.
Cuando termina de comer levanta la cabeza para mirarme y hace esa pose tan característica de los perros cuando juegan: patas de adelante estiradas sobre el piso, culito arriba.
- Ahhh... ¿jugamos?
Nos corrimos un ratito, no le gusta que tenga las manos en los bolsillos e intenta sacármelas de ahí. Nunca lo oí ladrar. Creo que extraña a Emma. La iba a buscar a casa y jugaban en la calle. El negro es un perro sin dueño, vaga por ahí, duerme en algún lugar reparado y todos le damos de comer. Viene a mi negocio religiosamente todos los sábados y domingos a la noche. Yo digo que es mi guardaespaldas.
Más tarde vino la pitbull. Hermosa por donde se la mire.
Se sentó en la vereda a mirarme. Tenía miedo, pero también hambre. Le llevé una empanada. Se quedó sentadita esperando, le acerqué la mano y le dije "despacio". Con sumo cuidado la agarró de mi mano y se la comió en dos bocados. A los cinco minutos ya estaba jugando con el perro de mi hermano que siempre nos cuida (hace que nos cuida, es flor de cagón el enano) y yo me dije "parece que tengo perra nueva". Pero no, después de un rato (y dos empanadas más), se fue por donde vino.
Me la crucé recién camino a casa. Seguía jugando en la calle. Y yo extraño a Emma.
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