La novia tiene un gran, gran, gran defecto: corta las frases en el momento menos indicado.
Indicado para quién, se preguntarán, para mí, obvio, porque con tanta filmografía terrorífica en mi haber, en cuanto hace una pausa, en esos segundo en que piensa las palabras que va a pronunciar a continuación, lleno ese vacío con cuanta película de terror exista.
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Para Germán: Un pizarrón con la palabra "imposible". |
Así, por ejemplo, el otro día, y después de una tarde particularmente intensa de comunicación, me mira a los ojos y me dice:
- Imposible...
Y, claro, yo completé la frase mentalmente con:
- que el General haya sido el mejor presidente de nuestros tiempos,
- que podamos estar juntas más allá de esta semana,
- que deje de pensar en que es mejor esterilizar a los pobres para que paren de tener hijos,
- que pretendas que lo nuestro puede funcionar ¿no es evidente que somos distintas?,
- que vote a Cristina en las próximas elecciones,
y un largo etcétera. Todo esta elucubración duró no más de dos o tres segundos, pero alcanzó para hacerme fruncir el ceño (gesto, por otra parte, característico) y para que ella, dándose cuenta, se riera de mí, cosa que le encanta, parece.
El punto es que la novia tiene el gran, gran, gran defecto de cortar las frases en el momento menos apropiado. Ella dice que es porque quiere elegir bien las palabras y yo le digo que algunas cosas se dicen todo junto, nada de andar separando en términos porque presta a la confusión. Ella dice que yo porque me hago películas todo el tiempo y yo digo que claro, que tiene razón, pero que, justamente, como conoce esta característica mía lo mejor que puede hacer es largarlo todo de una y ya. Ella me dice impaciente y yo le digo vueltera y así estamos.
La frase en cuestión terminó divinamente, claro, era:
- ... que no me enamore de vos.
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