La bella durmiente
>> 5 nov 2011
La literatura nos ha hecho mucho mal, que se sepa. A las mujeres, al menos. Nos atisborraron de esos cuentos pelotudos donde todo el mundo termina comiendo perdices. Nunca un vegetariano.
"La bella durmiente", por ejemplo. La minita de dieciséis dulces años que se salva de palmarla porque el rey, rápido pa'l cálculo, había llamado y regalado un costoso cofre a cada hada el día de su bautismo -encima católico- con tal de que le dieran a cambio a su preciada hijita un don. Entonces en lugar de palmarla, como tendría que haber sido, se duerme. Y no sólo eso, ¡se duermen todos! Cien años. Cien años, ¿meentendés? Mil doscientos meses, treinta y seis mil quinientos días con sus noches... Hasta que, misteriosamente, un príncipe pasa por el lugar, andá a saber lo que estaba haciendo, lo que hacen los príncipes ponele, entra al castillo, ve a la princesa, le pega un beso, la pendeja se despierta, se despiertan todos y al día siguiente se casan. Y vivieron felices y comieron perdices.
Ahora bien, ponele que nos creemos lo de las hadas y los dones y la aguja y la dormida colectiva, nos lo creemos porque somos niñas y nos creemos cualquier cosa..., lo que de ninguna manera nos creemos es que el dichoso príncipe haya pasado "de casualidad". Nahhhh... El tipo sabía la historia porque, hola, eso es un secreto imposible de contener, y se quería quedar con la herencia de la única heredera, las cosas como son.
Otra, todo el castillo, todo el reputo castillo está dormido, no sé ustedes, pero si yo entro a un castillo donde encuentro a todos durmiendo me voy a la mierda, desconfío, espero que en cualquier momento se abra una puerta y me salga Voldemort al cruce. O Jason. O el payaso ese del juego del miedo.
Otra, el tipo la besa porque es linda. ¡Porque es linda! ¡Nada más que por eso! ¿Quién es linda durmiendo? Babeamos, roncamos, tenemos una pata afuera de las mantas, dormimos boca abajo o hechas un bollito, hay que querernos mucho para decir que somos lindas durmiendo. Y así y todo sabemos que no es verdad, que eso es puro amor y nada más (y nada menos, claro).
Otra, la mina se despierta y al otro día se casa. Esos no vivieron felices un soto. No se conocen, nunca se vieron, él tiene mal aliento a la mañana y ella se tira pedos de noche, ella no sabe cocinar y él dice que como los ravioles de la vieja no hay, no me jodan con el amor a primera vista. Al príncipe le gusta asaltar cunas, tiene dieciséis años hijo de puta. Pedófilo. De una.
Otra, el que la besa es un príncipe. Nada de un simple carpintero, o un leñador. Estaban en el diome del bosque, era más probable un leñador todo sudado y escupiendo tabaco que un príncipe. Y ahí te quiero ver si la casás a la pobre piba al otro día, reycito de cuarta.
Otra, la piba se despierta después de cien años y, no sé ustedes, pero yo iría corriendo al baño y después a la cocina. Atropello al príncipe en la carrera.
¿Y cuál es la moraleja del cuento? Dormite, nena, no hagas nada que dentro de cien años viene un tipo -una mina en mi caso- y te rescata del tedio y sólo ¡solo! porque estás buena y sos la heredera de algo. Es decir, podés ser una idiota que pregunte si los dinosaurios viven, mientras seas linda y tengas un poco de dinero, listo, está bien.
Y así nos va.
Ya lo dije, la literatura nos ha hecho mucho mal. En la próxima entrega "Cenicienta". Pueden dejar sus opiniones en el cosito ese que dice "comentar".
Read more...