Plaza
>> 30 dic 2010
No sé qué plaza, pero mi novia tenía que encontrarme acá y está llegando, para variar, tarde (ay, Mariana...). Estoy hecha un desastre porque vengo de entrenar (ahí ya tendría que haberme dado cuenta de que estaba soñando) y me malhumora la espera, hay gente haciendo pic nic, nenes y nenas jugando, perros corriendo, mucho ruido de risas y gente hablando, los árboles se mueven con el vientito... Lindo lugar, un poco descuidado, un jardín salvaje, pero lindo.
Desde atrás y de sopetón me abrazan riéndose y hete aquí que es mi ex marido acompañado de su mujer y sus hijos. Nos saludamos, no entiendo por qué él está tan contento, pero me uno a su alegría y vuelan los abrazos y los "¡Qué hacés tanto tiempo!", los "¡Estás igual!" y los "Che, tenemos que encontrarnos más seguido..." (*) y bla bla bla. La mujer me mira con cara de pocos amigos y a mi me chupa una fábrica de huevos, me comparo y me digo que soy más linda y más inteligente y que ella lo sabe (ah, sí, a egocéntrica no me gana nadie). Sus hijos son hermosos, el varón tiene los mismos ojos verdes que el padre -aunque en la realidad fuera de mi sueño los tenga marrones- y de repente pienso en las vueltas de la vida y en qué hubiera pasado si la madre de esos niños hubiera sido yo y también en que qué cagada que me encuentre justo justo cuando salgo de entrenar y estoy hecha un desastre porque tengo la teoría que cualquier encuentro con un o una ex nos debe encontrar en el esplendoroso momento de a) la salida de la peluquería, b) el estreno de nuestro mejor conjunto o c) la combinación de ambos momentos unida a una estela de radiante felicidad.
Nos sentamos en una lomita del césped. Miro para todos lados esperando a mi novia-llegadora-tarde-compulsiva mientras me cuenta de su trabajo, su vida y pregunta por la mía. Y no sé cómo ni en qué momento, pero nos vamos a su casa a tomar tereré -dice- para la felicidad notoria de su mujer que ni bien llega se encierra a mirar la tele mientras los pibes juegan en el patio y él y yo charlamos en el patio también. En algún momento ya la cara de orto me incomoda y siento que lo mejor es que me vaya y me/le evite una situación desagradable, así que saludo y me voy pensando en la mejor forma de matar a mi novia por no haber llegado nunca, ni haber avisado jamás (ay, Mariana bis...) y en que a partir de ahora y por si las moscas cada vez que salga de casa me visto como para infartar a alguien, no sea cosa que me encuentre con algún/a otro/a ex y piense que estaba mejor con él/ella.
Lily vino a salvarme de lo que seguía pidiéndome salir para hacer sus necesidades mañaneras. Y menos mal.
(*) ¡Como si yo creyera en la amistad entre ex parejas!
Que se sepa: ni en pedo.
Que se sepa: ni en pedo.
Hay excepciones, claro, como en todo, pero prefiero,
en reglas generales,
en reglas generales,
no verlos/as nunca más en mi puta vida.
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