De vuelta al barrio.
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Foto de la esquina de Corrientes y Medrano. |
Bajo en la estación Medrano, camino por Corrientes unas cuadras... La panadería donde compraba tortas, el Mac Donald donde nos encontramos (¿te acordás? llovía), las calles por las que caminamos de la mano.
Es cierto que los aromas nos pegan en la memoria como pocas cosas, que recuerdos que creíamos [al menos] sedados vuelven con fuerza y somos casi transportados al momento mismo que evocamos. Hace poco, caminando por no sé dónde, pasó a mi lado alguien que tenía tu perfume (que no sé ni cómo se llama, sólo sé que era el tuyo) y fue como si mil litros de agua helada me empaparan. Me di vuela para ver quién era y no la pude identificar entre la gente, me quedó un sabor amargo, una tristeza sorda.
Las imágenes hacen lo mismo.
Ayer, mientras pisaba las mismas veredas que caminamos juntas casi pude vernos, casi pude volver a ese tiempo en que nada nos hacía tan felices como ir hablando de cualquier cosa de la mano, con la gente que nos miraba y nosotras que decíamos "sí, señor, somos dos chicas; si lo piensa seguro que lo saca, dese tiempo".
Ese mismo tiempo que ya no está y que no va a volver.
El amor detiene, dice Patricia Kolesnicov, y es verdad.
Estoy mejor, miro para adelante y casi no duele pensar en vos, pero a veces, sólo a veces, me pregunto si tenía que ser tan definitivo todo.
La respuesta, claro, es sólo "sí".
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