Rêves
>> 20 oct 2011
Cada noche cuando cierros los ojos, antes de caer en el sueño, me imagino un mundo nuevo. Y como en este mundo soy pikachu todopoderoso lo modifico a mi gusto a cada instante: retrocedo sobre lo imaginado y lo rearmo hasta que se ajusta perfectamente a lo que quiero.
A veces la imaginación me juega una mala pasada y pone en mi cabeza cosas que no quiero. Cuesta mucho domarla. Pero al final, y aunque resulte agotador, el resultado es perfecto.
Veo a mi imaginación como un músculo. Un músculo muy bien trabajado, claro. Ah, sí, tengo una imaginación frondosa, lo que estaría buenísimo si no fuera porque, además de frondosa, es rebelde. Muy.
A veces suceden cosas en mi cabeza que no puedo evitar que sucedan, digo, puedo modificarlas después, pero no pude evitar su aparición primera y el daño ya está hecho. Por ejemplo, si estoy en un piso alto de un departamento, no puedo evitar pensar en que algo se me cae por la ventana, suele ser un niño, veo toda la secuencia: el niño asomándose al balcón lleno de plantas, subiéndose a la maceta para agarrar una mariposa, yo que lo veo en ese preciso instante y voy a buscarlo, él que pierde el equilibrio y cae un segundo antes de que yo llegue. Lo veo caer desde la altura en cámara lenta (mucho cine, sí). Cuando esta imagen se instala, hago todo lo posible por acelerar los tiempos entre que lo veo arriba de la maceta y salgo corriendo a buscarlo, a veces logro pegarle un grito antes de que se suba a la dichosa maceta, pero sin importar cómo lo arregle el punto es que ya pasó, ya lo vi caer una vez, ya está. La fantasía que no controlé es la que prepondera sobre las correcciones siguientes.
Otras veces, viajando o caminando por baires, se me instala la imagen de cruzarme con alguien, una ex ponele, y entonces la veo subiendo al colectivo o doblando justo en la esquina por la que estoy cruzando, viene hablando por teléfono y me ve, sorpresa, sonrisa nerviosa, saludo (a veces la saludo y a veces no, depende de quién se trate), preguntas bobas de rigor. Cuando llegamos a las preguntas bobas ya puedo volver atrás y evitarme el encuentro si quisiera o trasformarlo en uno más ameno, otra vez: dependiendo de quién se trate. El problema es cuando quisiera que nunca hubiera ocurrido, aunque lo transforme, aunque haga que finalmente no haya nadie doblando la esquina, ya sucedió, ya lo vi y, en un punto, ya lo viví.
Estoy loquita, lo sé. Sobre todo estoy loquita porque cuando una de estas ficciones me asalta suelo tener reacciones físicas 'en la realidad' que condicen con aquellas ocurridas 'en la imaginación': le digo "hola" y le sonrío a nadie doblando ninguna esquina, tengo cuatro segundos de taquicardia cuando el niño se sube a la maceta y hago el ademán de salir corriendo que dura una milésima en donde mi cuerpo confunde fantasía con realidad y como todavía -shhh- no estoy tan loca gana la realidad y la parte consciente de mi cerebro le dice "¿a dónde vas, paspado, no ves que la piba está soñando?".
Ya había hablado antes de esto. Yo lo llamo síndrome de Ally McBeal. En cualquier momento veo llegar a los señores de guardapolvo blanco a mi puerta. Me pregunto si les voy a abrir o si voy a pensar que es sólo parte de mi imaginación...
Igual me fui por las ramas. Lo que quería decir es que todas las noches y antes de cerrar los ojos me armo un pedacito de mundo nuevo, una situación deseada y esperada, por ejemplo, aunque no sean grandes cosas. Últimamente, de hecho, estoy monotemática. ¿Será un mecanismo de escape? ¿Necesitaré camisa de fuerza? ¿O es sólo la concreción en la fantasía de un deseo real?
Un psiquiatra, por favor.
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