Catarsis
>> 10 ene 2012
Hace poco, y con motivo de una reunión con amigos, hice lo que hago últimamente más a menudo: me fui de shopping (sí, atáquenme por cerda capitalista que se come el discurso machista de que las minas nos sentimos bien si nos vamos de compras). Pasé por un localcito de Wrangler, por uno de Kevingston y, por último: zapatos.
Me compré unos her-mo-sos que me quedan di-vi-nos.
Hasta ahí, vamos, no?
Odio cada átomo de esas tiras del orto que son un quilombo y que no tienen sentido lógico. Odio cada hebillita endiablada que lo único que hace es complicarme la existencia y que sólo puede ser puesta correctamente por una minita con una apertura de gambas en 180 grados, estimo.
Tengo ampollas hasta en... bueno, ya saben dónde.
Hoy me los puse otra vez y los padecí hasta hace exactamente dos minutos. Hora en la que decidí que esto no es para mí y que mejor saco mis All Star de colores de la mochila y soy feliz.
Menos femenina para los que opinan que eso es ponerse florcitas por todos lados, pero feliz