Juan y las habichuelas mágicas
>> 19 abr 2012
La cosa era así: Juan y su madre vivían en el bosque y eran pobres, tan pobres que un día no tenían nada para comer, entonces la madre lo manda al pueblo a vender la única vaca que poseían (música triste, la cámara los enfoca desde atrás, un camino de tierra, polvo, viento, el pibe llevando a la vaca, zapatos rotos, ropa con remiendos, patea piedritas y llora). Juan va, pero en el camino un tipo le cambia la vaca por un puñado de semillas que él define como "maravillosas". Juan se las cambia, la madre se enoja, tiras las semillas a la mierda y por la noche crecen hasta llegar a no sé dónde. Juan sube y encuentra un castillo con un gigante que tenía una gallina que ponía huevos de oro, se la roba y vuelve, viven con eso hasta que un día la gallina se muere, Juan vuelve a subir y le roba al gigante un bolso con monedas de oro, otras vez viven un tiempo hasta que se terminan, entonces vuelve a subir y le roba un cajita que cada vez que levantaba la tapa dejaba caer una moneda de oro, y mientras está ahí ve un arpa que toca sola, entonces también la roba, pero el arpa estaba encantada y le avisa al gigante que lo persigue en la bajada a toda velocidad. Mientras bajaba, Juan le pide a la madre que le pase un hacha y ni bien llegó, cortó la rama y el gigante cayó y se murió.
Apología de la delincuencia. ¿Ven? Así nos va...
A ver, ok, eran pobres. La madre manda al pibe a vender la única vaca que tenían. Horrible, pero es lo que había que hacer, no sé de qué pensaban vivir después, supongo que del "dios proveerá". No me voy a meter con eso igual.
El pibe es medio nardo y le cambia la vaca por un puñado de semillas que podrán ser muy maravillosas, pero que, hola, no crecen en un día. Visto está que el pibe no tenía muchas luces. La madre es una tarada por mandar a un pibe así a hacer una transacción comercial crucial para su vida futura.
No importa nada porque las semillas efectivamente crecieron en una noche y Juan no tuvo mejor idea que treparse al arbolote llegando así a un castillo donde había un gigante.
El cuento avisa que el gigante es malvado, pero durante toda la trama no hace nada, así que no nos consta. Lo único que nos consta es que el hijo de puta de Juan va y le roba al gigante una gallina que pone huevos de oro.
¿Por qué? Porque sí, porque estaba ahí, porque era de un gigante y porque Juan no tenía para comer. Mirá vos.
Viven de eso un tiempo, dice el cuento, hasta que la gallina se les muere. De-rro-cha-ban, es más que obvio. Si la gallina te pone un huevo de oro por día, ¿me vas a decir que vas a gastar todo eso en comida por día? Para mí que era como mi vieja y se lo jugaban. Adictos al juego eran, seguro. ¿Cómo te gastás un huevo de oro por día? ¿Sabés lo que vale un huevo de oro, nene?
Hagamos la cuenta. Un huevo tiene aproximadamente 60 ml, es decir 0.06 litros, si un litro de oro equivale a 20 kg. de peso, entonces un huevo de oro pesa aproximadamente 1.2 kg. Un kg. de oro hoy vale U$S 50.500, es decir que hoy, un huevo de oro valdría algo así como U$S 60.600. Es decir que esta familia de dos (¡dos!) personas gastaban por día sesenta mil dólares... ¿Ven? Ahí hay algo raro...
Así la gallina hubiera vivido una semana, ¡tendrían más de cuatrocientos mil dólares!
En fin, que se les muere un día y Juan no tuvo mejor idea que ir a robarle al gigante que estaba muy tranquilo allá arriba. Y le roba un bolso con monedas de oro. No voy a volver a sacar cuentas, pero es evidente que esta gente estaba en algo raro, muy raro.
Se les acaba otra vez, porque la vida es así, más tenés, más querés, más gastás. Seguro que Juan tenía tres o cuatro Mini Cooper, se iba todas las noches de joda y le pagaba los tragos a todo el pueblo. ¡Así y todo no es coherente que se les gaste tan pronto todo!
En fin, Juan vuelve a subir y descubre la cajita esta que cada vez que levantaban la tapa dejaba caer una moneda. Esta es la mía, dijo Juan, ahí no se me acaba más, y se la llevó, pero como todo ladrón no pudo evitar la tentación de llevarse algo más. Total..., había salido con total impunidad las veces anteriores, y se afanó el arpa que tocaba sola.
¿Para qué, Juan, decime para qué? Con toda la plata que tenías te podías haber contratado a la Sinfónica de Londres para que te siguiera a todas partes tocándote La Cumparsita. ¡Lo hubieran hecho, Juan, te hubieran seguido hasta al baño! Pero no, se roba el arpa, que, para su desgracia, estaba encantada y empieza a los gritos avisándole al pobre gigante que no había hecho nada a nadie más que ser jodidamente rico.
El gigante se despierta y se da cuenta de que el pibe éste le había estado robando en los últimos tiempos y, obvio, se re calienta y lo persigue. Juan sale cagando planta abajo y, como el gigante lo persigue, ni bien baja corta la planta y el pobre gigante se estrola y muere.
Claro, ya tenía lo que quería, un suministro de oro constante. Juan era un hijo de puta, que se sepa.
Y la madre incita al hijo a robar, porque yo no leí en ningún lado que le hiciera reproche alguno.
Y el gigante las paga ¿por qué?, por ser gigante, nada más. Por ser diferente, porque le tienen miedo, porque cualquier cosa.
El tipo estaba tranquilo en su castillo, ok, era rico, pero, que sepamos, no estafaba a nadie, ni robaba, ni comía niños, ni raptaba princesas.
Acá los malos son Juan y su madre.
La moraleja sería: cuidá lo que tenés porque puede venir cualquier boludito a robarte todo y quedar como un rey sólo porque vos sos gigante, torta, negra, gorda, fea, rica, judía..., no importa: diferente, y encima te mata.
Una porquería.
Read more...