Soy bastante desprendida con los objetos. Sin importar el valor económico que tengan, me importan otras cosas que tienen más que ver con sujetos. Sin embargo existen algunos que son importantes y de los que no me desprendo. Corrijo: no puedo desprenderme, no quiero.
El valor de los mismos tiene que ver con toda la cosa sentimental, con lo que significó en su momento, con lo que recuerdan, aunque todos sepamos que el recuerdo no está adherido a un objeto.
Y significan tanto que no sólo no me desprendo, sino que, además, los llevo conmigo la mayoría del tiempo. Uno se quedó conmigo, otro fue un símbolo. Todos traen a mi memoria un enorme, enorme amor. Y debe ser eso lo que atesoro y no el objeto en sí, pero lo cierto es que de todas maneras vienen conmigo a todas partes.
Uno está colgado a mis llaves. El otro a mi cuello. Antes de estar en estos lugares han estado, juntos, en el bolsillo de la billetera.
Un amigo me dijo que el hecho de tener estos objetos conmigo tenía que ver con no poder desprenderme del pasado. Yo no creo que el pasado quede adherido a ellos, creo más bien que atesoro los buenos momentos.
Alguien me dijo que hago una lectura parcial de ese pasado, que también ocurrieron cosas feas. Yo digo que todo lo que de lindo tuvo, supera con creces a lo otro, que con el tiempo las miserias (incluso las propias) se diluyen y que sólo queda lo importante, sólo queda la sonrisa.
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