Fama

>> 13 jul 2011

Llamo por teléfono a mi hermana para que se ocupe de mis perras puesto que no vuelvo a casa.
- ¿A  dónde vas? - me pregunta la curiosidad de mi hermana.
- A ver a un escritor y luego a dormir a lo de Moni.
Desde el escritorio del frente Karina dice casi gritando:
- ¡Claaaaaro! ¡Ahora le dicen biblioteca!
Corto el teléfono y le digo:
- Te juro que me voy al Malba, nena.
- ¡No te cree nadieeeee, Aguireeeee! ¡Ahora le dicen biblioteca! - y empieza a cantar - ¡Todos a la bi-blio-te-ca, todos a la biblioteca! -acompañándolo con palmas.
- Callate, tarada.


Hazte la fama, dicen...

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Fogwill

Ayer me fui a comprar un libro de Martín Kohan y como no lo conseguí y como difícilmente me retire de una librería sin haberme llevado algo, salí con este hermoso libro.
Aquí va el comienzo de un cuento llamado "Reflexiones" que hizo que mi viaje de casi tres horas valiera la pena.

Portada del libro
"Cuando un imbécil se ha vuelto prescindible para sí, íntimamente se sabe prescindible para los otros. Esto se aprende en las salas de terapia intensiva, los tiroteos, los naufragios y en ningún otro lugar del mundo, creo. Hace tanto tiempo me supe prescindible que ni lo recordaba y esta reflexión sobre la memoria me ayuda a prescindir de vos y de tus efectos sobre mí, que siempre imaginábamos no eran sino los efectos que producía sobre vos el reconocimiento de que "algo hubo". Ya ves, estoy muy viejo y continúo escribiendo cartitas de amor, pero desde que me supe prescindible sólo escribo cartitas de amor a prostitutas de la peor especie, como vos. "Putita discou", escribiría si no temiese lastimarte ahora que has aprendido que ciertos géneros musicales hay que ignorarlos desde el comienzo porque importan menos que el amor y se parecen al amor sólo por su carácter obvio, ficticio, seriado, imitativo, invasor, viscoso. Y pegajoso. Pero no volveré a representar mi antigua revulsión hacia las cosas que pringan -bastante la he vivido contigo- ni quiero que pienses que te supongo una "putita discou": sos una puta de foyer, una puta de soirée, una cazadora de fortunas emocionales, una "play-girl" sin auto, una desgracia de mujer. Pronto envejecerás y cada vez será menos probable que alguien sorprenda determinado efecto que sus efectos sobre vos le provocan y se ate a eso, pero siempre habrá imbéciles y la vida transcurre trayendo nuevas preocupaciones, nuevos ejercicios que sustituyen a las personas cuando comienzan a congelarse los mohines y los tics deliciosos de la carne graban su negativo en las pieles de plata de las putitas que envejecen."


Me reí mucho.

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Ficciones

Gente. Mucha. Mujeres casi todas. Edad promedio 24. No es mi rango etario, pero ya estoy acá así que a ver qué nos depara la noche.
Música alta. Demasiado para mi gusto. Tengo gustos raros, sí, la música alta me gusta cuando puedo cantar. Supongo que la prefiero a ese volumen para que nadie -ni yo- escuche mis alaridos, sin embargo, de vez en cuando, apoyo la mano contra mi oído en señal de "¿estoy medianamente afinada?" y sigo. Esto sucede mayormente en mi casa o en algún lugar en donde me sienta muy cómoda. Cuestión de soberbia nomás. Como el hecho de no bailar. Sé que tengo la flexibilidad de pinocho antes de que dijera "¡soy un niño de verdad!", así que ni estando sola bailo. Me doy vergüenza. Eso también es soberbia. En este lugar, puntualmente, ni canto ni bailo, me dedico a pasear por ahí y a fumarme un cigarrillo tras otro.
La que me habla ahora no tiene 24, baila y canta canciones que no conozco y cuyo ritmo es el mismo en todas (un "punchi-punchi-punchi" continuo). Me gusta. Tiene puesta una campera de cuero negra y una mezcla entre pantalón y calzas que no entiendo cómo logró ponerse. Lo que no entiendo es cómo las mujeres se ponen esa ropa que debe resultar terriblemente incómoda para gustar. Bueno, me gusta, no sé si por lo que lleva puesto, pero digamos que acertó. Habla con otra gente también. No tiene miedos o vergüenzas en el contacto, se la nota cómoda en este lugar tan raro para mí. Prendo el cigarrillo número mil y creo que prefiero quedarme mirando cómo habla, se mueve, canta..., pero entiendo que es inútil intentar un contacto más cercano que esta charla fútil, sus ojos se desplazan hacia una mujer que se acerca y a quien conoce. Este nuevo elemento la monopoliza.
Sigo paseando. Más allá me encuentro con dos mujeres que podrían ser mis madres, ¿qué digo mis madres? ¡mis abuelas! Bailan en un grupo de gente muy joven. Me pregunto si a esa edad voy a estar en el mismo sitio y haciendo las mismas cosas. Me respondo que no. Las señoras bailan música de dos generaciones atrás como si con ese hecho pudieran sacarme la imagen de ellas tejiendo a crochet con los anteojos (cordoncito de mostacillas incluido) resbalando por el puente de la nariz.
Más allá hay un desfile. Hermosas todas. Edad promedio, no sé, ¿doce? Me digo que basta por esta noche, que como experiencia ya fue y me dispongo a huir. La chica de la campera de cuero me saluda, tengo su mail, veremos qué pasa si pasa. 
Peón 4 Dama.


Aviso al público presente: Este es un relato absolutamente ficcional basado en un hecho real, tamos?

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