Introspectiva I
>> 26 ago 2010
Hay gente que pasó por nuestra vida sin pena ni gloria. Gente de la que, si miramos para atrás, sólo recordamos los momentos que preferimos olvidar. O peor, no recordamos nada que valga la pena. O mucho peor todavía, los momentos de mierda superan con creces a los buenos.
Y, en una de esas, es gente con la una estuvo en una relación durante años -o meses, no importa-: eso es triste. Es triste para el otro que pasó por nuestra vida sin dejar una sola marca, y es triste para uno que se quedó en esa relación incluso sospechando esto o sin sospecharlo, pero girando en círculos cada vez más cerrados y estrolándose tarde o temprano.
Obviamente, es posible también que sea una quien haya pasado por la vida del otro sin dejar huella. Por egocentrista nomás me gusta pensar que fui importante en la vida de mis ex parejas, pero lo cierto es que no todas ellas han sido importantes en la mía y entonces por qué sería así? Sin embargo es triste mirar hacia atrás y ver que no quedó nada.
Nada de nada.
Y no hablo de conservarlas como 'amigas' -que no siempre es posible-. En toda separación hay un punto de pérdida y es sano aceptar que así sea, incluso hay un punto de pérdida si se construye una relación desde otro lugar, pero girar la vista y ver que no quedó nada, que no sirvió para crecer, que no salimos mejores ni peores... Eso: que no sirvió para nada. Tiempo perdido absoluto. Eso es lo triste.
Y, como contrapartida, hay gente que pasó por nuestra vida dejándolo todo. Donde ya no importa si estamos o no estamos juntas porque hay un vínculo tan grande, tan de cosa vivida, que excede a aquel vínculo primero. Pueden haber durado años o meses o días, no es importante el tiempo pasado. Están, dejaron marca, dejamos nosotras huella en su vida. Aunque no nos veamos nunca más, aunque se haya terminado para el orto.
¿Qué hace que construyamos para uno u otro lado? No me contesten la respuesta obvia del remanido amor, seguro es otra cosa.
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