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Gotas cayendo en el agua |
Lluvia para caminar mojándose, para tirar los paragüas al tacho y dejar que nos empape hasta la médula. Lluvia para salir corriendo a jugar una carrera hasta la esquina como si en la esquina lloviera menos y llegar sin aliento y con la risa en la punta de la boca, para ir saltando charquitos, para dejar caer barquitos de papel de cigarrillo en el agua que corre a orillas del cordón de la vereda y ver cuál llega primero, cual es el primero en naufragar y qué se salva del naufragio. Lluvia que invita al abrazo, al juego, que nos trae el recuerdo de todas las lluvias pasadas y la muestra gratis de las otras, de las que vienen, las que se van preparando para llegar con vientos y papeles que vuelan y árboles despeinados y toda, toda, toda la alegría.
Lluvia que moja las dudas y se las lleva calle abajo junto con las hojas muertas y las colillas de cigarrillos, que limpia las calles y los patios y los techos, lluvia que vuelve como vuelvo yo.
Lluvia para mojarse, para llegar a casa y mirarla correr por las ventanas mientras se calienta el agua para el mate y nos vamos sacando la ropa empapada, para verla brillar en las hojas de las plantas, para que Emma juegue a que puede morder cada gota y que traiga la pelota: invitacion ineludible para jugar bajo el agua, y otra vez afuera, y otra vez mojada y ahora también llena de pelos y de tierra y de baba perruna.
Maravillosa como siempre.
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