La gorda
>> 21 ago 2011
Mi hermana es un sol.
Y cocina rico, aunque no le guste hacerlo. Nunca vi a nadie cocinar con tan pocas ganas y que le salieran tan rico todo.
Mi hermana y mi sobrino |
Es la madre de mi sobrino y ahijado. Las tiene todas.
Al no criarnos juntas no tuvimos la posibilidad de tener un vínculo de hermanas. Nunca nos peleamos por los juguetes, ni tuve que cuidarla de chica, ni ocuparme de enseñarle algo para el colegio. Nunca nos complotamos para escaparnos de mamá, ni ella mintió por mi o viceversa. Nunca tuve que defenderla de nadie en el colegio.
Simplemente no vivíamos juntas.
El tiempo que pasábamos era un fin de semana cada dos durante casi toda mi vida. Y no nos llevábamos bien. Básicamente por mi culpa, tengo que admitir.
Verán, cuando yo cumplí un año, mi madre tuvo la genial idea de rajarse. Yo viví con papá hasta mis seis, momento en el que mi madre vuelve cual hijo pródigo. Luego nació mi hermana. Y luego volvió a irse, a mis siete, esta vez llevándosela y yo volví a vivir sola con mi papá. No pretendo justificar mi actitud, pero de pequeña siempre culpé a mi hermana porque mi madre la había elegido por sobre mí. Y a medida que fui creciendo ese rencor también creció. El poco tiempo que pasábamos juntas me la pasaba evitándola: no le hablaba o lo hacía con monosílabos, no la trataba bien.
Ella era chica, no entendía. Yo era seis años más grande y tampoco.
¿Ya dije que mi hermana es un sol?
A mis diecisiete tuve un gran gran problema de alimentación. Llegué a tener algo así como treinta y siete kilos en mi metro setenta de altura y un día, un jodido y justo fin de semana en que yo estaba en su casa, ya no me pude levantar de la cama. ¿Cómo explicarles lo que sentí cuando por fin abrí los ojos y tenía a mi hermana de once años tapándome con cuidado y fijándose que estuviera calentita? Yo no me lo merecía, de ninguna manera me merecía ese cuidado, pero de todas formas ella estaba ahí haciendo honor a una generosidad de la que yo carecía enormemente. Durante sus once años yo no le había dedicado jamás ni una sola palabra de cariño, más bien todo lo contrario, pero ella estaba ahí igual.
¿Ven? Mi hermana ya era un sol a los once. Ahora es todos los soles de todos los universos posibles.
Me dio flor de golpazo, la gorda.
Fue en ese momento en que nos elegimos. Corrijo: fue en ese momento en que yo la elegí, ella, mucho mejor persona que yo, ya lo había hecho antes.
El jueves, arremolinadas en el sillón y cerveza de por medio, tuvimos una gran gran gran conversación. Hablamos básicamente del pasado. De lo que nos había ocurrido a ambas, de las decisiones erradas de la madre que compartimos, de la vida de cada una creciendo en casas distintas, con códigos distintos, con gente distinta, del poco tiempo que pasamos juntas, de lo completamente distinto que es nuestro vínculo al vínculo que tiene ella con nuestros otros hermanos.
Otro día voy a hablar de mis otros hermanos, que también son soles, pero hoy quería hablar de ella porque mañana es el día del niño y yo le llevo regalito a sus veintinueve años, porque no hay ni un sólo día en que no nos hablemos para decirnos "hola, puta", porque a veces me manda un mensaje para decirme "¿venís a comer? hice pollo y me re esmeré!" y yo sé que agarró el pollo así como lo trajo de la carnicería y lo metió al horno y que va a estar rico, porque en mis angustias me sostiene y tiene cero empacho en decirme dos o tres verdades aunque no me guste, porque en sus tristezas yo la sostengo y tengo cero empacho en decirle dos o tres verdades aunque no le guste y porque poca gente ha tenido conmigo tanta generosidad y tanto amor y tanta incondicionalidad como ella.
Entonces quería escribir esto y que ustedes lo leyeran. Quería que supieran que mi hermana es un sol, es todos los soles existentes y todos los que todavía no nacieron, y que la amo más allá de lo decible y que se lo digo siempre sólo para escuchar "yo también, puta".
Read more...