To take arms
>> 11 abr 2010
Tengo una mala, mala, muy mala manera de manejar el dolor.
Bueno, básicamente no lo manejo, es más fácil para mí negarlo. Entonces cuando algo me duele, me retiro a lo más superficial de mi y aquí no ha pasado nada. Y sigo. Siempre sigo. Me encierro en mi castillito, levanto el puente, suelto al dragón, pongo a la infantería en guardia, el aceite a hervir y a los arqueros en posición de ataque [mucho cuentito por estos lares]. No te acercás ni a veinte kilómetros.
Yo sé que hubo momentos en que o reaccionaba así o, literalmente, se me iba la vida, pero ya no aplica, hace rato que no aplica.
Desde la torre más alta veo sólo despojos rodeando mi castillo y es un paisaje, como mínimo, desolador. A veces, uno de los caídos se levanta y lo vuelve a intentar con el peto lleno de flechas y el escudo chamuscado. Otras se levanta y pega media vuelta.
Y sólo porque tengo mucha, mucha, mucha suerte es que los que se van son los menos..., creo que descubrieron que soy prisionera en mi propia casa y que ya no controlo ni al dragón ni a los soldados.
En este castillo va a correr sangre y mucha. Tengo que volver a tomar el mando porque el punto es que, como decía antes, esta situación de emergencia ya no aplica.
2 comentarios:
Muy lindo lo que escribió, A, pero deponga esa actitud guerrera antes de empezar. Déle otra oportunidad a la paz.
Besos
Caro: Es que, justamente Caro, paz, lo que se dice paz, no hay.
Besos y abrazos.
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