Suerte

Jueves.  6:00 pm.

Salgo del trabajo, camino 5 cuadras hasta la sucursal más cercana del banco en el que me pagan el sueldo, retiro dinero y vuelvo a caminar otras 5 cuadras hasta mi trabajo para acompañar a Karina a tomar el colectivo [habida cuenta de que ella me acompañó al banco]. 

Vuelvo a caminar otras 5 cuadras hasta la parada del colectivo, espero un rato, me fumo dos cigarrillos, subo y ¡oh pikachu! está vacío...

Acá pasa algo raro, me digo mientras acomodo mi humanidad en un asiento.

Veinte minutos de viaje y lo 'raro' se hace evidente, el colectivo se detiene para no volver a funcionar. ¡Pasen al de atrás! grita el chofer.  Todos los pasajeros, como si hubiera gritado "en sus marcas, listos ya!" salen corriendo como desaforados.  Al dope porque el otro micro estaba hasta las bolas.

Subo lo más puta resignada a que ni en pedo me siento hasta San Miguel -con suerte-, pero hete aquí que a los diez minutos me senté.

Acá pasa algo raro, me volví a decirme mientras acomodaba nuevamente mi humanidad en un asiento.

Un señor pasando por debajo de una escalera.

Diez minutos más y lo raro se hizo evidente una vez más, el colectivo tosió un rato y luego murió ahí mismo. ¡Pasen a la unidad de atrás! volvió a gritar el otro chofer y otra vez el malón de gente salió corriendo a garronear un asiento.  A todo esto eran las ocho de la noche, yo estaba a más de una hora de mi casa y puteando a toda deidad existente, subí lo más puta again al tercer colectivo de la noche.

Cuando un señor me cedió el asiento le dije "no, gracias" porque era más que obvio que si me sentaba este también se iba a romper.

No me senté hasta que fui la única tarada parada que había en todo el micro.

Soy yeta.

Y para confirmar esta última afirmación, hoy, viernes a las 6:00 de la mañana me tomé un colectivo que se rompió ni bien apoyé el orto en el asiento.

Doy miedo, eh?