Playa

Emma y yo en una playa desierta jugando con la pelota.

Tempranito nos fuimos a Punta Rasa ayer. No me gustan las playas porque siempre tengo que andar pasando por entre miles de personas que me molestan (sí, soy antisocial y qué?). Ella prometió que eso no iba a pasar y sólo con esa promesa (que sólo creí a medias) es que acepté llevar a Emma.

Con miedo, debo decir, porque Emma no es justamente el ejemplo de perro que obedece en todo, me puedo quedar afónica de gritarle que venga y ni pelota la mayoría de las veces, a no ser que le muestre su alimento y entonces sí viene corriendo... pero no por obediente sino por muerta de hambre.

Bien, la llevamos, vean ustedes mismos lo ocurrido.

Emma saliendo del agua de donde rescató la pelota que le tiré.

Emma corrió como nunca en su vida. Pilas inacabables tiene. Tiramos esa pelota dos mil veces y dos mil quinientas la trajo para que volviéramos a tirarla.

Y cuando, cansadas, nos tiramos a tomar unos mates, no se resignó jamás y trató por todos los medios de que volviéramos a jugar.

Mili mojándose las patas (ponele que más o menos)

Y Mili -la perra de ella- hasta se animó a meter las patas en el agua! (algo sin precedentes, por lo que sé).

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