De analogías bobas y otros bichos raros

>> 30 abr 2013


Hay un libro (siempre sé que puedo hablar de un libro con vos y que vas a entender la analogía) cuyo título no recuerdo y menos que menos el autor, pero se trata de un viajante, esos tipos que viajan por todo un país haciendo negocios y solos como una ostra en un auto viejo. Bueno, quizás, el auto no fuera viejo, pero siempre pienso en un auto viejo, gajes de lectora de novelas de misterio. El tipo éste, el viajante, está yendo por una ruta en el medio de la nada y hace un calor que derretiría el iceberg que chocó contra el Titanic en medio minuto, entonces se rompe el auto (lugar común si los hay para los libros de suspenso). El viajante, al que vamos a llamar John por comodidad, camina y encuentra una casa un tanto solitaria. Llama a la puerta y atiende una mujer y, al ratito, aparece un hombre que parece ser el marido de la mina. El tipo le arregla el auto a John, pero, para entonces, ya es de noche y se queda a cenar y a pasar la noche ahí ante la insistencia de la pareja. Desde este mismo instante John cree, y quien está leyendo también, que hay algo misterioso en la casa, algo que no alcanza a saber qué es, algo peligroso. Pasan unas cuantas páginas al respecto de esta sensación y una, que tiene una imaginación frondosa, cree que en cualquier momento sale Jason con la motosierra, pero no, ningún Jason sale y, en un momento, John descubre qué es eso misterioso y peligroso: el hombre y la mujer estaban casados e iban a tener un hijo, era el amor entre esas dos personas lo que lo había impresionado tanto, lo que le había producido esa sensación extraña y terrorífica. Llevaba tanto tiempo recorriendo los caminos solo, alejado de la intimidad de la vida cotidiana que no se había dado cuenta de lo que tenía ante las narices.
Bueno, ahora vamos a hacer una analogía entre el desatino de John al asustarse tanto por eso que no conoce y la propia historia. Yo creo que cuando una está demasiado tiempo andando en los caminos en un auto viejo comienza a desconocer y a temer ese tipo de vínculos. Aunque desde la palabra lo busque, aunque desde la teoría diga cualquier pavada, aunque escriba poemas ponderando eso que busca. Creo que se lo teme por desconocerlo y creo que se actúa en consecuencia poniendo pies en polvorosa, pero también creo que es un error porque si aterroriza es, justamente, por desconocido, por poco común, por raro. Y como no abunda y como no es fácil de encontrar, me parece una idiotez salir corriendo. Y, ojo, esto lo digo yo que soy la primera en sacar pasaje a la Antártida en cuanto algo me asusta. O, debería decir, era. 
John y yo tuvimos mucho en común, sí, quiero creer que aprendí. Corrijo: sé que aprendí. Será cuestión de cruzarse con quien aprendió lo mismo, ¿no te parece?

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Dicho II

>> 25 abr 2013

Estás haciendo mierda tus alveolitos, Teté, con tanto pucho. ¡Como si no fueran tuyos! Sos como los que cagan al Estado.

(dicho por Moni en el desayuno de hoy)

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Dichos

>> 23 abr 2013

"Nunca creí en el inconsciente. O por lo menos no como esa especie de sopa aguada gigante donde te sentás horas para pescar un fideo".

(dicho por L.vía Whatsapp)

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Because of you


Canción lacrimógena de la semana con Kelly Clarkson.

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Aprendiendo una nueva palabra

>> 18 abr 2013

- Estoy leyendo tu blog - me dice L. vía whatsapp.
- Y lo bien que hacés. Si yo, a veces, miro la novela ésa sólo porque vos actuás, lo mínimo que podés hacer es leer mi blog  porque escribir es lo que mejor sé hacer (y no es para tanto, mirá lo que te digo).
- "No los voy a aburrir con un informe detallado del sexo" -me cita- (ufa!)
- Jajajaja! Si querés informes más detallados, zoquetito, entrá a la etiqueta que dice "oníricas".
Entra. Se ve que lee y después dice:
- Pero, ¿esto pasó posta?
[refiriéndose a el post "oníricamente sado"]
- ¡Son sueños! Literaturizados, claro, pero sueños. Onírico viene de sueño.
- Ahhh... muy universitaria tu forma de hablar, yo soy actriz y tengo el secundario (¿viste que dicen que las actrices son todas huecas? jajajaja!)
- Ay, callate vos lees a filósofos antiguos, si podés con eso podés con cualquier cosa, son un embole cósmico.
- Pero tienen un lenguaje simple.
- Pero siguen siendo un embole.

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Ella

>> 17 abr 2013


Ella era..., bueno, simplemente era "ella". Podría describirla en términos generales: "piel blanquísima, con pecas en la nariz y los hombros", "pelo castaño y con melena", "ojos verdes", "pestañas largas y arqueadas", "boca grande, generosa", pero la suma de sus descripciones dejarían escapar lo esencial de ella, la manera en que cerraba los ojos cuando cantaba, cómo levantaba las cejas en un gesto casi obsceno al escuchar atenta una música que le gustaba, la forma en que cortaba la comida y se la llevaba a la boca, el sonido espontáneo de su risa que sorprendía y contagiaba, la seriedad con que encaraba algunos temas de conversación aunque fueran triviales desde el principio al fin.
Tendrán que conformarse, entonces, con que me limite a decir que era encantadora, con todo lo que esa palabra encierra. Me gustaría describirla mejor, decir cómo era su cara y toda ella, pero no puedo. Si cierro los ojos no veo más que una foto, un pedacito de ella, una imagen de algún instante sin importancia, por ejemplo, cuando, sentada con una pierna debajo de sí, contaba con entusiasmo lo último que había leído.
Hay un conjunto incluido dentro del grupo "mujeres" que no debieran llamarse así, porque son algo más que mujeres. No es que sean simplemente lindas, no, no es la belleza un criterio determinante, sino que poseen un encanto que hace que se distingan, hay un algo de sexual en ellas, algo tácito y sensual en cada gesto, una las mira e inmediatamente piensa en la palabra lujuria, sí, pero también en la palabra ternura, en la palabra juego. Hay un algo infantil en ellas, algo que no puedo describir del todo. Y ella, ésta ella en particular, tenía todo eso.
Cuando la conocí comencé a planear las estrategias más hollywoodenses que se me hubieran ocurrido nunca para lograr que se diera cuenta de que existo, pero durante muchos días mis patéticos intentos fueron interrumpidos una y otra vez por pormenores estúpidos, sin embargo finalmente ocurrió.
Protagonista: yo misma. Momento: un tarde cualquiera. Lugar: un living. Decorado: un sofá venido a menos, una mesa, un par de sillas, algunos cuadros, una tele apagada, algunos libros. Ella tenía aquel día unos jeans ajustados, una musculosa blanca y sobre ella una remera de cuello amplio que, seguro, tenía algún estampado de flores o algo así, pero que no recuerdo porque lo único que veía eran sus ojos viéndome. A mí.
En un minuto de distracción de la charla trivial ella se precipitó, literalmente, en mis brazos. No me atreví a creer que aquello fuera el principio de algo que por fin se había hecho realidad para mí, tampoco me atreví a besarla. Acaricié apenas sus labios, pero ella, impaciente, apretó su boca sobre la mía. Yo era consciente, obviamente, de que ese beso no era más que un juego, una aventura, un simulacro de las películas románticas que, como ya dije alguna vez por acá, tanto mal nos han hecho, y como los límites de esos juegos no son claros, sentía un terror enorme de ir demasiado lejos y hacerla retroceder espantada. Sencillamente, no sabía qué hacer. Sin embargo ella, para mi delirante confusión, sí sabía. Se apartó para mirarme y vi que se había puesto colorada, el labio inferior le brillaba, yo sentía que estaba apunto de morir. Le aparté el pelo de la cara en un gesto, quizás, demasiado cercano y ella sonrió y volvió a besarme.
No los voy a aburrir con un informe detallado del sexo, baste decir que fue sorprendente en el sentido en que hasta ese momento ella no había tenido ninguna experiencia sexual con otra mujer, pero esas son cuestiones que no vienen al caso.
Nos enamoramos inmediatamente, de una manera frenética, impúdica, angustiada. Y desesperanzada también, hay que decirlo. He repetido hasta el cansancio que cuando amo, amo para siempre, pero no está de más aclarar que el término "para siempre" sólo se aplica a mi pasión, a su reflejo eterno en mí, a la que por aquel entonces podía tocar y oler, oír y ver, la de la voz estridente. Ella, esa, mía.

(Las explicaciones de este texto se encuentra en un comentario por pedido expreso del amigo Ger)

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Errores

>> 16 abr 2013

 “…yo cometo errores como todo ser humano. Y si me permites añadiré que, dado que soy mas inteligente que la mayoría de los hombres, mis errores tienden a ser también mas graves.” 


Dicho por Dumbledore en Harry Potter.

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El brillito en la nariz

>> 15 abr 2013

De un tiempo a esta parte no sé bien qué es el amor.
A veces creo que es ese sentimiento que nos embarga, las mariposas en la panza y todo lo que gente mejor preparada que yo explicó y describió alguna vez. Aunque, como siempre digo, las mariposas en la panza también pueden ser explicadas con una indigestión.
Creo que muchas de las veces en que creí estar enamorada no fue más que eso: una indigestión. Algo que comí, no puntualmente en mal estado, sino, simplemente, demasiado. Como cuando una se "empacha" con un alimento que nos gusta mucho, no sé, las almendras, por ejemplo. Una vez comí como medio kilo de almendras de un saque y después de eso ya no las pude ver sin sentir eso de las mariposas en la panza. Y eso no es enamoramiento, justamente.
Muchas otras de las veces en las que creí estar enamorada, no fue más que la congruencia de soledades. Ella estaba más sola que la una, yo también, ella venía de una serie de dolores provocados "en pareja", yo también, y ¡zaz!, un día nos encontramos y, en medio de una charla de horas, creímos zonzamente que como a ambas nos gustaba Harry Potter (o la poesía, o el teatro, o cantar, o leer) eso era amor. Y, por supuesto, claramente no lo era. Eso, querida, no fue nada más que la intersección de tus conjuntos de soledades y los míos. Y fue una intersección chiquita además. Matemáticamente tendiendo a cero.
Por supuesto, estoy confundiendo términos y una cosa es estar enamorada y otra muy distinta (diametralmente distinta) es amar. En ese sentido (y ya lo dije alguna vez por estos lares), nos faltan términos para expresarnos correctamente.
Pero bueno, haciendo cálculos hoy (hoy y ahora, sentada en el Café Martínez de Belgrano) caigo en eso, en que todo eso que alguna vez llamé "estar enamorada" no fue más que la confluencia de sus soledades y las mías. La teoría de la maceta, dice Flor, y paso a explicarla: Ella dice que cuando una ama tiene una maceta cargada de todo ese amor que construyó, pero que, un día, y por esas cosas de la vida, ese amor se terminó y se separan. La maceta queda cargada de todo ese amor construido con otra persona y una no sabe qué hacer, entonces va hacia el balcón y lo tira por la cabeza del primer distraído  que pasa. ¿Cuántas veces hicimos eso? y, ¿cuántas veces cuando creímos que nos amaban no era sino un macetazo en el marote?, un macetazo con todo el amor construido con otra persona, está claro.
Yo no sabré bien qué soto es el amor, pero sé bien qué cosa no es y no es la confluencia de soledades, no es que como te gusta Harry Potter entonces sos mi alma gemela, no es que como nos llevamos bien sexualmente somos la una para la otra, no es que como nos reímos de los mismo, opinamos parecido políticamente, y estuvimos juntas y sin saberlo aquella vez en aquel recital, qué loco, no?; eso definitivamente no es. Es otra cosa, no sé qué, pero el conjunto de particularidades, de coincidencias, eso, seguro, no.
Las coincidencias son nada más que eso: coincidencias. Y el amor es bastante más que pasar una tarde tranquilas viendo una película, mucho más que la coincidencia en las lecturas preferidas e infinitamente más que lo bien que nos llevamos en la cama. La confluencia entre tus soledades y las mías no es más que eso, una confluencia. Y no significa nada más que eso.
Tengo la firme sospecha que es, entre otras cosas, retirarse del propio ombligo y ver al otro tal cual es, con sus cosas lindas y sus miserias, y aceptarlo así sin querer que cambie para nuestra propia comodidad. Por supuesto esto no abunda y no se vende en el super en oferta de 2x1.
¿Qué es el amor, el deseo, qué te gusta del otro cuando te gusta?, me preguntaron ayer en el cumple de una amiga y yo me preparé para dar un monólogo de las cosas que me enamoran, eso que digo siempre y para el que tengo un speech armado: la forma en que mueve las manos cuando habla, lo que dice y cómo lo dice, las cosas que leyó, la opinión que pueda ofrecer y defender al respecto de muchas cosas, la risa, el buen humor, la libertad..., pero me frenó en el acto y me dijo "el brillito en la nariz . Es decir, nada. Algo tan intangible que no puede ni describirse. Ni Harry Potter, ni el hecho de que te guste leer tanto como a mí, ni que te guste cantar, ni la forma en que movés las manos, ni la libertad sexual, ni la intelectualidad de la que hacés gala, ni lo linda que te ves cuando recién te despertás y tenés todos los pelos revueltos; no, nada de eso, el brillito en la nariz.
Ahora bien, con el brillito en la nariz, pero sin valentía no hacemos nada. Y el mundo está escaso de gente valiente, es mucho más fácil quedarse sentado en la comodidad de tu hogar y escribir sobre aquello que creíste que fue amor y no lo fue, lo que sentiste aquella vez que te miró, lo que te pasó ese otro día, en lugar de aceptar que lo único que estás haciendo es idealizar el pasado porque el presente y futuro te dan pánico y no podés ni planear un juego de bolita para mañana.

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No camines al pedo

>> 10 abr 2013

- Porque todos tienen conflictos, menos vos, claro - me dice Rubenito.
- Jajajaja!
- ¡Claro! Vos una mañana te levantaste, dijiste "uy, me gustan las mujeres" y pintaste con aerosol la puerta de tu casa: "soy torta". Todo el mundo tuvo conflictos, que decirle a los padres, a los amigos, que qué hago con mi vida. Vos no.
- Bueno, no, con eso no.
- Sí, claro, pero el otro día leí tu post y me dije "es humana, muestra sentimientos".
- Soy como Pinochito, no tengo corazón.
- Mejor el hombre de hojalata.
- Pero es más lindo Pinocho.
- Pero el hombre de hojalata sabía, conocía, hace todo un viaje para que le den un corazón y cuando llega le dicen que ya tenía. Un cuento de mierda.
- Moraleja: no camines al pedo.

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Gente deportiva que no entiendo

>> 8 abr 2013


- Hace deportes. ¡De-por-tes! ¡Por diversión! -le digo a mi hermana.
- Ajá.
- Pero, ¿vos me entendiste bien? ¡Hace deportes! ¡Un montón! Y, lo que es peor, ¡le gusta!
- ¿Y?
- Y que no entiendo a la gente que hace deportes por diversión.
- ¿Qué cosa no entendés?
- Eso.
- ¿Que cuide su cuerpo?
- Eh...
- O sea, no entendés a alguien que cuida su cuerpo, pero sí podés entender a alguien que, como vos, fuma, come porquerías, duerme poco y se pasa todo el día encerrada leyendo.
- Eh... Bueno, está bien, ya entendí. Igual me gusta pasar todo el día leyendo, nenita.
- No salís nunca.
- Me gusta así.
- Ni al patio.
- Estoy más cómoda adentro.
- Vivís encerrada. Vas a trabajar, volvés y te encerrás, vas a la facultad, volvés y te encerrás.
- Tengo mucho que estudiar.
- Ajá, claro.
- Sí. Y estoy deprimida, dejame encerrarme donde quiera, al menos me encierro en mi casa, podría encerrarme en otros lugares menos seguros.
- Te creo, pero no rompas con que "hace deportes" como si eso fuera menos sano que no ver la luz de sol si no es por obligación, estás poniendo una excusa detrás de otra para no salir porque no querés salir.
- No, no quiero.
- Entonces cagate toda.

Porque lo que tiene mi hermana es que cuando me pega, me pega.

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Como si

>> 4 abr 2013

Siempre digo, y con mucho orgullo además, que una de las pocas cosas que aprendí es a soltar, a dejar ir, a abrir las manos y que sea lo que tenga que ser.
Lo que nunca digo es a qué costos.
Y es terriblemente alto. Y cuesta. Cuesta todos los días, todas las horas, todos los minutos.
Cuesta cuando me levanto y cuando me acuesto. Y mientras me tomo un mate a solas, o hago zapping en el televisor revolcada en un sillón. Cuesta mientras leo un libro y, de repente, algo sucede y me quedos mirando a la deriva, tratando de acercar lo lejano, lo inacercable, lo que ya no existe.
Y cuesta porque me niego, está claro. Porque es mentira que acepto, es mentira que suelto, es mentira todo.
Hago como si.
Como si me creyera mi propia madurez me levanto y desayuno, voy a la facultad, me río con compañeros, hago chistes, falto a clases y, a veces, me enfermo y digo que está bien, que ya pasa. Y leo, viajo, estudio, planeo, proyecto y en el fondo no entiendo cómo es que el mundo no se frenó, por qué todos siguen haciendo sus vidas como si nada. Eso es: como si nada.
Sigo, claro que sigo, no sé vivir de otra manera, pero no quiero seguir, quiero quedarme instalada en un lugar en el que ya no hay lugar para mí. Sigo como si es fuera la única manera de aprender y quizás lo sea, pero no estoy viendo los resultados.
Entonces es mentira que aprendí, no aprendí nada, simplemente me resigno a que sea como es porque no hay opciones, porque es lo que es.
Como si no me importara.
Pero me importa.

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Bartleboom

>> 2 abr 2013


"Deja la pluma, dobla la hoja, la mete en un sobre. Se levanta, coge de su baúl una caja de caoba, levanta la tapa, deja caer la carta en su interior, abierta y sin señas. En la caja hay centenares de sobres iguales. Abiertos y sin señas.

Bartleboom tiene treinta y ocho años. Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará algún día a una mujer que, desde siempre, es su mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido a pensar en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres, pero tiene una vida que contar. Y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle

—Te esperaba.

Ella abrirá la caja y lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilométrico hilo de tinta azul recobrará los años —los días, los instantes— que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado. O tal vez, más sencillamente, volcará la caja y, atónita ante aquella divertida nevada de cartas, sonreirá diciéndole a ese hombre

—Tú estás loco.

Y lo amará para siempre."


(Océano Mar)

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90 minutos

>> 1 abr 2013


Nuevamente canción lacrimógena de la semana. Otra vez con Vanesa Martín.

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A veces una pipa es solamente una pipa

Que del mundo virtual el 99.9 por ciento de la gente está loca es un hecho. Un hecho tan evidente que ni siquiera nos vamos a poner a discutir sobre él.

No digo con esto que yo, que pertenezco a ese mundo por default, no lo esté también, claramente lo estoy; sin embargo, cada día que pasa me voy dando cuenta de que mi locura será locura, pero entra dentro de los cánones de lo que yo llamo "salud". Sí, así de contradictorio.
Todos sabemos que cuando conocés a alguien virtualmente es factible que todo lo que diga sea mentira. Sobre todo porque es algo muy tentador mentir y armarse una vida virtual cuando no se está conforme con la propia. Digo, si el otro no puede de niguna manera confirmar lo que estás diciendo, ¿por qué no decir que vivimos en Australia, tenemos 30 años, somos el doble de Angelina, hablamos cinco idiomas y nuestro apellido es McDonald, sí, el de la famosa cadena, ese mismo, qué loco, no? Podemos decir todo eso y más. Nos podemos encargar de, como para hacer más verídica nuestra historia, rejuntar un par de fotos de esas que la gente sube indiscriminadamente a la red que tengan las características que querramos, una en la playa, otra con la "familia" y una par de buenas primeras tomas. O nos armamos un blog o una página en donde vamos contando las cosas como nos gustarían que fueran haciéndolas pasar por reales.
Por ejemplo, para dejar clara la idea: Gabriela Aguirre bien podría llamarse Juan Pablo. Juan Pablo podría haber estado terriblemente aburrido un día y haberse armado un blog hace cuatro años contando todas las pavadas que ustedes leyeron acá. Juan Pablo también podría haber sacado una cuenta de facebook a nombre de Gabriela y llenarla de fotos. De vez en cuando, Juan Pablo chatea con alguna mujer de las que comentan por el blog y hablan de cosas que sólo ellos saben. No es difícil hacer eso. Exige un nivel de locura importante y un poco de tiempo al pedo, pero no es difícil. Lo que pasa es que Juan Pablo está aburrido y, oh, le atraen las lesbianas y, ¿de qué manera podría estar más cerca de una que haciéndose pasar por una? Porque Juan Pablo estará loco, pero además es inteligente. Claro, tiene sus contras, Juan Pablo jamás podrá encontrarse con nadie de manera real porque ahí mismo se termina su jueguito, pero, bueno, mientras tanto tiene una vida virtual y parece que eso lo conforma.
La gente que lee este blog y que no me conoce puede, perfectamente, pensar que soy Juan Pablo y eso, creánme, es lo más sano que pueden hacer. La gente que me conoce, con la que me encontré, que tiene mi número de teléfono y me llama para saber si se me pasó la fiebre, esa y sólo esa sabe que no lo soy, pero nadie más, el resto está obligado a dudar.
No entiendo a la gente como Juan Pablo. O sea, entiendo que alguien no esté conforme con su vida porque, de hecho, yo tampoco lo estoy, lo que no entiendo es la manía de armarse otra virtual como si esa reemplazara a la real que no nos gusta. ¿No es más fácil jugar a los sims? Es más fácil, no me jodan. Y, en el medio, no le mentís a nadie. Es más, si tenés muchas ganas, jugás a los sims online e interactuás con otra gente que, por ahí, hace lo mismo.
Hey, yo jugué a los sims. Debería haber todo un estudio antropológico de los sims. Una literalmente deja de vivir para que tu sim coma, vaya al baño, trabaje, estudie y críe a sus hijos. Mi sim se llamaba como yo y tenía el hijo que quería tener que se llamaba Santino, nombre que, con mi apellido, ni siquiera se me hubiera ocurrido ponerle a un hijo real porque quedaba para el orto. A veces, Magui entraba a jugar y agarraba a mi novia (en el caso de que no fuera ella misma) la metía a nadar a la piscina y después le sacaba la escalerita, o la metía en una habitación y luego hacía desaparecer la puerta. Mala Magui, sí. Igual, otras veces, yo entraba a jugar y hacía que mi sim enamorara a su novia (si no era yo misma, claro). Vengativa Gabi, sí.
Pero mi sim no era yo ni su vida era mi vida.
Por h o por b tampoco es mi vida. Mi vida está en otro lado, afuera de acá. Mi vida tiene que ver con mi familia, mis amigos, mis carreras, mi trabajo. Es decir, con afectos y responsabilidades, con derechos que gané y otros que voy ganando de a poco, también con los que perdí por zoquete y que intento recuperar aunque duela.
En por h o por b hablo de mí. Y si bien todo lo que escribo podría ser mentira, lo cierto es que no lo es. Hoy es uno de esos días en que quisiera haber mentido desde el principio porque siento que diciendo la verdad me expongo a que cualquier enfermito/a pueda hablar de mí como si me conociera (de mi o conmigo, está claro). También es cierto que una de las razones por las que mantengo el blog abierto es que me permite conocer gente (y porque me gusta escribir, a qué negarlo). Gente loca y gente cuerda. Me quedo con los últimos y a los primeros los descarto, pero no siempre es tan fácil darse cuenta.
Desde este lugar conocí a mucha gente, gente que mantengo, que llamo amiga, que no hubiera podido conocer de no haber existido este espacio. Y mi vínculo con esa gente dejó de ser virtual hace muchísimo. Reí y lloré con ellos, me tomé miles de cafés y millones de mates, mandé cientos de mensajes de texto y recibí otros tanto, pasé horas interminables hablando de las cosas más inverosímiles, conocí hijos, amigos y mascotas de esa gente, fui a cumpleaños y vinieron a los míos, nos juntamos en la marcha, nos sacamos fotos, compartimos experiencias y filosofía de la barata y de la cara, gritamos goles y puteamos al papa juntos, con algunos, incluso, y por esta manía de la endogamia torteril de la que todos reniegan (pero muy pocos cumplen), compartimos adn; y un número más pequeño aún de gente que conocí por acá, me acompañó durante un breve lapso de tiempo y del camino . La virtualidad fue sólo una herramienta que nos permitió conocernos, luego la descartamos.
Desde este lugar también conocí a otro tipo de gente, gente que me acosó por email, que envió comentarios poco menos que ofensivos (y poco más también), que (la más extrema) llegó a averiguar el número de teléfono de mi trabajo e instalarse en el msn de una amiga (y ahí casi hago una denuncia, créanme); gente que se hizo pasar por otra, que mintió, que creyó que, por el sólo hecho de leerme, me conocía más que yo misma y, por lo tanto, se sintió con el derecho de juzgar mi pasado y presente.
Como los lindos fueron más, siempre digo que el balance da positivo. Pero no me olvido de los otros. Por esos otros es que, justamente, me volví un poquito paranoica (y mucho también) y, entonces, no agrego a nadie a mi facebook que no se presente adecuadamente (y a la primera en que se desubica, los saco), tengo un programita dentro del blog que me dice las ip de los comentaristas (el país de origen, el sistema operativo, la definición de su pantalla, el navegador que usó, la cantida de tiempo que pasó online y hasta las acciones efectuadas) y, en general, no agrego a nadie a mi msn o a mi google talk. Es decir, los lindos hacen que sonría y los otros hacen que revise absolutamente cualquier comentario anónimo fuera de tono o que compare ips de emails para saber desde qué lugar geográfico fue enviado. ¿Mucho trabajo, no? Bueno, sí, pero como no la he pasado bien, mejor prevenir, dicen por ahí.
Ustedes se preguntarán por qué digo todo esto. Porque estoy harta de las mentiras, porque no entiendo las razones que te llevan a una doble vida ni me interesa entender, pero sí quiero que no me jodan, que si tienen ganas de jugar un ratito, se armen un sim y si quieren les paso un par de trucos para tener más simoleones.
La vida no es virtual. La vida son los mates que te tomás con tu hermana que viene a despertarte a las nueve porque está aburrida, es tu sobrino que viene corriendo a mostrarte una buena nota, son los perros ladrando a las cuatro de la mañana y una queriéndolos ahorcar, es perderse una clase de álgebra porque hace tanto que no nos vemos y charlar hasta las dos mil quinientas. También es extrañar lo que perdiste, cocinar cuando no tenés ganas, putear, limpiar tu casa cuando se parece a Kosovo, ordenar la biblioteca, leer papeles que dejaste en la pila de "para revisar" y que no te animás a tirar, barrer el patio veinte veces por día porque un vientito de morondanga volvió a llenártelo de hojas, tratar de pasar un día sin el broncodilatador y empezar a pensar en dejar de fumar, pero nunca decidirse. Es decir, es otra cosa, no esto.
Escribo porque me gusta escribir y porque me gusta que otros lean lo que escribo. Supongo que eso me convierte en egocéntrica, pero para saberlo no hacía falta tener un blog, ya lo sabía de antes. Y ustedes también. Escribo de mí, de lo que me pasa, de lo que siento, de la música que escucho, de lo que me conmueve, de lo que me enoja, del amor cuando lo tengo, de los sueños. Escribo para decir "te extraño" y para decir "te amo", también para decir "chau". Escribo porque no sé vivir de otra manera sino escribiendo y leyendo, porque es uno de mis grandes placeres, porque me creo que escribo bien aunque tenga errores gramaticales y ortográficos, porque creo que a alguien le interesa lo que digo, porque a veces se dan diálogos interesantes con gente que no conozco sino a través de lo que escribo y de lo que ellos leen. Y, sin embargo, si bien el blog funciona bastante como catársis, cuando tuve cantidades industriales de veneno para destilar no lo hice, cuando la gente que tenía cerca traicionó mi confianza no salí a gritar a los cuatro vientos poniendo nombres y links que redireccionen, cuando me mintieron dejándome en el perfecto lugar de pelotuda al cubo hice silencio acá, sobre todo por mi firme convicción de no rebajarme al lugar del otro. Di segundas y terceras oportunidades ante los errores y si las di fue porque cuando yo me equivoqué también me las dieron y porque creo que todos nos podemos equivocar, que todos somos falibles, que a veces hacemos lo que podemos. Pero ojo, yo no soy todo lo que digo acá, soy bastante más. Creer que sólo soy lo que escribo es tener una lectura sesgada.
Que en el mundo virtual el 99.9 por ciento de la gente está loca, es un hecho. Yo no lo estoy menos, pero sí distinto. Y soy bastante caida del catre para algunas cosas y, ¿adivinen?, me gusto así como soy, pero de ninguna manera voy a permitir que me sigan tomando de idiota porque la primera vez pudo haber sido un error, la segunda es culpa mía sin dudas.
Lo que quiero decir es que me perdonen, pero a partir de ahora y a raíz de cierto acontecimiento que no voy a contar en el blog, la Gabriela crédula se murió, se fue, no está más, los otros pueden seguir inventándose una vida virtual todo el tiempo que quieran, yo, como Tomás, digo: ver para creer.
Y hasta ahí.
Alguien de mi familia, de esa que no me habla desde hace años, decía "piensa mal y acertarás dos veces". Muy a mi pesar voy a tener que darle la razón. Escribí este post hace más de una semana y esperé para publicarlo porque esperaba una confirmación que me negué a creer hasta el último minuto a pesar de tener alarmas sonándome por todos los rincones.
Lo que diferencia, entre otras muchísimas cosas, la verdad de la mentira, es que la verdad no tiene enredos, es simple y llana, por eso la mentira es tan seductora, porque tiene aristas, recovecos, situaciones problemáticas, soluciones mágicas. La verdad suele ser "y pasó esto", mientras que la mentira necesita de explicaciones que la sostengan, y esas explicaciones a su vez necesita de otras y así. Hay que tener una memoria enorme para mentir. Cuando las alarmas suenan lo mejor es prestar atención. Incluso cuando no sabemos por qué.
La mayoría de las veces, una pipa es solamente una pipa.

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