Que del mundo virtual el 99.9 por ciento de la gente está loca es un hecho. Un hecho tan evidente que ni siquiera nos vamos a poner a discutir sobre él.
No digo con esto que yo, que pertenezco a ese mundo por default, no lo esté también, claramente lo estoy; sin embargo, cada día que pasa me voy dando cuenta de que mi locura será locura, pero entra dentro de los cánones de lo que yo llamo "salud". Sí, así de contradictorio.
Todos sabemos que cuando conocés a alguien virtualmente es factible que todo lo que diga sea mentira. Sobre todo porque es algo muy tentador mentir y armarse una vida virtual cuando no se está conforme con la propia. Digo, si el otro no puede de niguna manera confirmar lo que estás diciendo, ¿por qué no decir que vivimos en Australia, tenemos 30 años, somos el doble de Angelina, hablamos cinco idiomas y nuestro apellido es McDonald, sí, el de la famosa cadena, ese mismo, qué loco, no? Podemos decir todo eso y más. Nos podemos encargar de, como para hacer más verídica nuestra historia, rejuntar un par de fotos de esas que la gente sube indiscriminadamente a la red que tengan las características que querramos, una en la playa, otra con la "familia" y una par de buenas primeras tomas. O nos armamos un blog o una página en donde vamos contando las cosas como nos gustarían que fueran haciéndolas pasar por reales.
Por ejemplo, para dejar clara la idea: Gabriela Aguirre bien podría llamarse Juan Pablo. Juan Pablo podría haber estado terriblemente aburrido un día y haberse armado un blog hace cuatro años contando todas las pavadas que ustedes leyeron acá. Juan Pablo también podría haber sacado una cuenta de facebook a nombre de Gabriela y llenarla de fotos. De vez en cuando, Juan Pablo chatea con alguna mujer de las que comentan por el blog y hablan de cosas que sólo ellos saben. No es difícil hacer eso. Exige un nivel de locura importante y un poco de tiempo al pedo, pero no es difícil. Lo que pasa es que Juan Pablo está aburrido y, oh, le atraen las lesbianas y, ¿de qué manera podría estar más cerca de una que haciéndose pasar por una? Porque Juan Pablo estará loco, pero además es inteligente. Claro, tiene sus contras, Juan Pablo jamás podrá encontrarse con nadie de manera real porque ahí mismo se termina su jueguito, pero, bueno, mientras tanto tiene una vida virtual y parece que eso lo conforma.
La gente que lee este blog y que no me conoce puede, perfectamente, pensar que soy Juan Pablo y eso, creánme, es lo más sano que pueden hacer. La gente que me conoce, con la que me encontré, que tiene mi número de teléfono y me llama para saber si se me pasó la fiebre, esa y sólo esa sabe que no lo soy, pero nadie más, el resto está obligado a dudar.
No entiendo a la gente como Juan Pablo. O sea, entiendo que alguien no esté conforme con su vida porque, de hecho, yo tampoco lo estoy, lo que no entiendo es la manía de armarse otra virtual como si esa reemplazara a la real que no nos gusta. ¿No es más fácil jugar a los sims? Es más fácil, no me jodan. Y, en el medio, no le mentís a nadie. Es más, si tenés muchas ganas, jugás a los sims online e interactuás con otra gente que, por ahí, hace lo mismo.
Hey, yo jugué a los sims. Debería haber todo un estudio antropológico de los sims. Una literalmente deja de vivir para que tu sim coma, vaya al baño, trabaje, estudie y críe a sus hijos. Mi sim se llamaba como yo y tenía el hijo que quería tener que se llamaba Santino, nombre que, con mi apellido, ni siquiera se me hubiera ocurrido ponerle a un hijo real porque quedaba para el orto. A veces, Magui entraba a jugar y agarraba a mi novia (en el caso de que no fuera ella misma) la metía a nadar a la piscina y después le sacaba la escalerita, o la metía en una habitación y luego hacía desaparecer la puerta. Mala Magui, sí. Igual, otras veces, yo entraba a jugar y hacía que mi sim enamorara a su novia (si no era yo misma, claro). Vengativa Gabi, sí.
Pero mi sim no era yo ni su vida era mi vida.
Por h o por b tampoco es mi vida. Mi vida está en otro lado, afuera de acá. Mi vida tiene que ver con mi familia, mis amigos, mis carreras, mi trabajo. Es decir, con afectos y responsabilidades, con derechos que gané y otros que voy ganando de a poco, también con los que perdí por zoquete y que intento recuperar aunque duela.
En por h o por b hablo de mí. Y si bien todo lo que escribo podría ser mentira, lo cierto es que no lo es. Hoy es uno de esos días en que quisiera haber mentido desde el principio porque siento que diciendo la verdad me expongo a que cualquier enfermito/a pueda hablar de mí como si me conociera (de mi o conmigo, está claro). También es cierto que una de las razones por las que mantengo el blog abierto es que me permite conocer gente (y porque me gusta escribir, a qué negarlo). Gente loca y gente cuerda. Me quedo con los últimos y a los primeros los descarto, pero no siempre es tan fácil darse cuenta.
Desde este lugar conocí a mucha gente, gente que mantengo, que llamo amiga, que no hubiera podido conocer de no haber existido este espacio. Y mi vínculo con esa gente dejó de ser virtual hace muchísimo. Reí y lloré con ellos, me tomé miles de cafés y millones de mates, mandé cientos de mensajes de texto y recibí otros tanto, pasé horas interminables hablando de las cosas más inverosímiles, conocí hijos, amigos y mascotas de esa gente, fui a cumpleaños y vinieron a los míos, nos juntamos en la marcha, nos sacamos fotos, compartimos experiencias y filosofía de la barata y de la cara, gritamos goles y puteamos al papa juntos, con algunos, incluso, y por esta manía de la endogamia torteril de la que todos reniegan (pero muy pocos cumplen), compartimos adn; y un número más pequeño aún de gente que conocí por acá, me acompañó durante un breve lapso de tiempo y del camino . La virtualidad fue sólo una herramienta que nos permitió conocernos, luego la descartamos.
Desde este lugar también conocí a otro tipo de gente, gente que me acosó por email, que envió comentarios poco menos que ofensivos (y poco más también), que (la más extrema) llegó a averiguar el número de teléfono de mi trabajo e instalarse en el msn de una amiga (y ahí casi hago una denuncia, créanme); gente que se hizo pasar por otra, que mintió, que creyó que, por el sólo hecho de leerme, me conocía más que yo misma y, por lo tanto, se sintió con el derecho de juzgar mi pasado y presente.
Como los lindos fueron más, siempre digo que el balance da positivo. Pero no me olvido de los otros. Por esos otros es que, justamente, me volví un poquito paranoica (y mucho también) y, entonces, no agrego a nadie a mi facebook que no se presente adecuadamente (y a la primera en que se desubica, los saco), tengo un programita dentro del blog que me dice las ip de los comentaristas (el país de origen, el sistema operativo, la definición de su pantalla, el navegador que usó, la cantida de tiempo que pasó online y hasta las acciones efectuadas) y, en general, no agrego a nadie a mi msn o a mi google talk. Es decir, los lindos hacen que sonría y los otros hacen que revise absolutamente cualquier comentario anónimo fuera de tono o que compare ips de emails para saber desde qué lugar geográfico fue enviado. ¿Mucho trabajo, no? Bueno, sí, pero como no la he pasado bien, mejor prevenir, dicen por ahí.
Ustedes se preguntarán por qué digo todo esto. Porque estoy harta de las mentiras, porque no entiendo las razones que te llevan a una doble vida ni me interesa entender, pero sí quiero que no me jodan, que si tienen ganas de jugar un ratito, se armen un sim y si quieren les paso un par de trucos para tener más simoleones.
La vida no es virtual. La vida son los mates que te tomás con tu hermana que viene a despertarte a las nueve porque está aburrida, es tu sobrino que viene corriendo a mostrarte una buena nota, son los perros ladrando a las cuatro de la mañana y una queriéndolos ahorcar, es perderse una clase de álgebra porque hace tanto que no nos vemos y charlar hasta las dos mil quinientas. También es extrañar lo que perdiste, cocinar cuando no tenés ganas, putear, limpiar tu casa cuando se parece a Kosovo, ordenar la biblioteca, leer papeles que dejaste en la pila de "para revisar" y que no te animás a tirar, barrer el patio veinte veces por día porque un vientito de morondanga volvió a llenártelo de hojas, tratar de pasar un día sin el broncodilatador y empezar a pensar en dejar de fumar, pero nunca decidirse. Es decir, es otra cosa, no esto.
Escribo porque me gusta escribir y porque me gusta que otros lean lo que escribo. Supongo que eso me convierte en egocéntrica, pero para saberlo no hacía falta tener un blog, ya lo sabía de antes. Y ustedes también. Escribo de mí, de lo que me pasa, de lo que siento, de la música que escucho, de lo que me conmueve, de lo que me enoja, del amor cuando lo tengo, de los sueños. Escribo para decir "te extraño" y para decir "te amo", también para decir "chau". Escribo porque no sé vivir de otra manera sino escribiendo y leyendo, porque es uno de mis grandes placeres, porque me creo que escribo bien aunque tenga errores gramaticales y ortográficos, porque creo que a alguien le interesa lo que digo, porque a veces se dan diálogos interesantes con gente que no conozco sino a través de lo que escribo y de lo que ellos leen. Y, sin embargo, si bien el blog funciona bastante como catársis, cuando tuve cantidades industriales de veneno para destilar no lo hice, cuando la gente que tenía cerca traicionó mi confianza no salí a gritar a los cuatro vientos poniendo nombres y links que redireccionen, cuando me mintieron dejándome en el perfecto lugar de pelotuda al cubo hice silencio acá, sobre todo por mi firme convicción de no rebajarme al lugar del otro. Di segundas y terceras oportunidades ante los errores y si las di fue porque cuando yo me equivoqué también me las dieron y porque creo que todos nos podemos equivocar, que todos somos falibles, que a veces hacemos lo que podemos. Pero ojo, yo no soy todo lo que digo acá, soy bastante más. Creer que sólo soy lo que escribo es tener una lectura sesgada.
Que en el mundo virtual el 99.9 por ciento de la gente está loca, es un hecho. Yo no lo estoy menos, pero sí distinto. Y soy bastante caida del catre para algunas cosas y, ¿adivinen?, me gusto así como soy, pero de ninguna manera voy a permitir que me sigan tomando de idiota porque la primera vez pudo haber sido un error, la segunda es culpa mía sin dudas.
Lo que quiero decir es que me perdonen, pero a partir de ahora y a raíz de cierto acontecimiento que no voy a contar en el blog, la Gabriela crédula se murió, se fue, no está más, los otros pueden seguir inventándose una vida virtual todo el tiempo que quieran, yo, como Tomás, digo: ver para creer.
Y hasta ahí.
Alguien de mi familia, de esa que no me habla desde hace años, decía "piensa mal y acertarás dos veces". Muy a mi pesar voy a tener que darle la razón. Escribí este post hace más de una semana y esperé para publicarlo porque esperaba una confirmación que me negué a creer hasta el último minuto a pesar de tener alarmas sonándome por todos los rincones.
Lo que diferencia, entre otras muchísimas cosas, la verdad de la mentira, es que la verdad no tiene enredos, es simple y llana, por eso la mentira es tan seductora, porque tiene aristas, recovecos, situaciones problemáticas, soluciones mágicas. La verdad suele ser "y pasó esto", mientras que la mentira necesita de explicaciones que la sostengan, y esas explicaciones a su vez necesita de otras y así. Hay que tener una memoria enorme para mentir. Cuando las alarmas suenan lo mejor es prestar atención. Incluso cuando no sabemos por qué.
La mayoría de las veces, una pipa es solamente una pipa.
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