Cena. Cinco personas en la mesa. Cena suntuosa: tres copas, muchos cubiertos, flores en el centro.
El lugar es un comedor enorme, lo único iluminado es la mesa con los comensales de los cuales yo soy una.
Cena decía. Cinco persona en la mesa y un mono. Un chimpancé modificado genéticamente que puede leer, escribir, entiende perfectamente todo lo que decimos, pero no habla. El chimpancé es un testigo, se le llama así a los animales modificados que se ocupan de grabar en su memoria (tiene un puerto usb en la nuca) todo lo que ocurra a una persona en particular.
¿Ya dije que este comedor está emplazado en una nave espacial? No, no lo dije, pero bueno, está en una nave que se dirige a otro planeta con el fin de colonizarlo.
Charlamos de cosas, o, al menos, eso es lo que parece porque todos mueven la boca aunque yo no escuche ningún sonido. El mono mira a unos y a otros siguiendo la conversación.
Llega el Zar de Rusia y se reúne con alguien (quizás ese alguien sea yo) en el estudio a tomar un café escritorio de por medio. Después de un minuto o dos llegan tres tipos vestidos de mozos con el cátering para el Zar y su acompañante (que quizás sea yo). La comida se compone de cerebro humano, trozos de queso y gajos de naranja, todo esto se sirve en el casco que uno de los mozos se pone. Es como un casco de moto, pero más grande y con espacio para todo eso que acabo de describir. El tipo del casco se arrodilla hasta que queda a la altura de la mesa y tanto el Zar como su acompañante se sirven de ahí.
De repente el mono entra al estudio y se abalanza contra el tipo del casco en una situación un tanto confusa. El animal lo muerde, el tipo grita, todos salen corriendo, llegan los guardaespaldas del Zar y preguntan por qué el mono atacó al del cátering. Nadie responde.
Yo voy al estudio cuando no hay nadie y veo una especie de aguja hecha de resina. Está partida a la mitad. Como primero encuentro la parte de atrás no me doy cuenta de que es una aguja y me la acerco a la nariz, la huelo y luego la pruebo para ver si tiene algún sabor. Después descubro la otra parte y voy con ambas hacia el comedor donde están todos, mientras camino me voy sintiendo mal y entiendo que el mono había salvado al Zar de ser envenenado.
Me despierto.
Mi mujer me avisa que suspenda la lectura de libros de ciencia ficción. Toda la cosa del mono testigo es de Orson Scott Card, claro.
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